sábado, 10 de mayo de 2025

Moby Dick de Herman Melville (1851) - Resumen por capítulos

Hola amigos(as), les traigo un resumen capítulo a capítulo de un libro espectacular, Moby Dick de Herman Melville (1851). Es algo largo, lo leí luego de unos 3 meses.

Lo he visto varias veces en esos tops 10 libros que hay que leer antes de morir. Bueno acá les dejo el resumen. Lo subí a Wikipedia espero no me lo borrén.

Capítulo 1: Espejismos

Ismael se presenta como narrador y explica por qué decide embarcarse en un viaje por mar. Dice que cada vez que se siente melancólico o frustrado con la vida, el océano lo llama. Este deseo de ir al mar es, para él, una forma de escapar de la rutina y reencontrarse con algo más profundo.

Ismael reflexiona filosóficamente sobre la atracción del ser humano por el agua y cómo el mar tiene un poder casi hipnótico sobre las personas. Así comienza su historia, con la decisión de buscar un barco ballenero en Nantucket, sin saber aún las aventuras y peligros que le esperan.

Capítulo 2: El saco de marinero

Ismael llega a New Bedford en busca de un barco ballenero. Como es invierno y está anocheciendo, decide buscar alojamiento antes de continuar su viaje. Carga con su bolsa y recorre las calles cubiertas de nieve, buscando una posada económica.

Finalmente, encuentra una llamada Spouter-Inn (La Posada del Chorro), un lugar extraño y lúgubre. El ambiente es oscuro y misterioso, y presagia que el viaje de Ismael no será común. El capítulo cierra con su llegada al mostrador de la posada, listo para enfrentarse a lo desconocido.

Capítulo 3: La Posada del Chorro

Ismael entra en la extraña posada y se encuentra con una atmósfera inquietante. Observa un misterioso cuadro marino y conoce al excéntrico posadero, Peter Coffin. Al no haber camas disponibles, le informan que debe compartir un cuarto y cama con un arponero que aún no ha regresado.

Más tarde, el arponero llega: es Queequeg, un hombre tatuado y de apariencia temible. Ismael, aunque al principio se asusta, termina aceptando la situación. A la mañana siguiente, después de dormir juntos, empieza a ver a Queequeg con respeto y curiosidad. Así comienza una amistad clave para la historia.

Capítulo 4: La colcha

Ismael se despierta a la mañana siguiente en la cama que comparte con Queequeg. Al principio se siente desconcertado al ver el brazo tatuado del arponero sobre él, pero pronto se siente cómodo con la situación.

Reflexiona sobre lo extraña que fue la noche y cómo, a pesar de las diferencias culturales, empieza a apreciar la presencia de Queequeg. Este capítulo refuerza el inicio de una conexión amistosa entre ambos, basada en la aceptación y el respeto mutuo.

Capítulo 5: Desayuno

Ismael baja a desayunar en la posada. Allí se encuentra con varios marineros y balleneros que también se hospedan en ese lugar. Observa con curiosidad a estos hombres toscos y silenciosos que comen vorazmente sin intercambiar palabra. Entre ellos destaca un grupo de arponeros de diferentes nacionalidades y etnias, incluyendo a Queequeg. El posadero, Peter Coffin, sirve un abundante desayuno de bistecs. Ismael nota cómo estos hombres curtidos por el mar devoran su comida con cuchillos que parecen pequeños arpones, un detalle que le llama la atención como símbolo de su profesión. A medida que termina el desayuno, los marineros se van retirando uno a uno, sin mucha conversación. Ismael reflexiona sobre la naturaleza solitaria de estos hombres y la vida que llevan en el mar, anticipando su propia experiencia en la caza de ballenas.

Capítulo 6: La calle

Ismael describe sus observaciones de New Bedford, particularmente de la calle Water Street y queda impresionado por la diversidad de personas que encuentra. La ciudad es un puerto ballenero importante, por lo que hay marineros de todas las partes del mundo: polinesios, malayos, indios, africanos y otras nacionalidades. Esta mezcla de culturas y razas le da a New Bedford un carácter cosmopolita a pesar de ser una ciudad pequeña. En su recorrido, Ismael describe con detalle las tiendas relacionadas con la industria ballenera: establecimientos que venden arpones, cuerdas, ropa impermeable y todo tipo de equipo. También observa varios albergues y tabernas donde se reúnen los marineros. Ismael reflexiona sobre cómo la industria ballenera ha traído riqueza a New Bedford, contrastando la opulencia de algunas mansiones construidas con las ganancias del aceite de ballena con la dureza de la vida de los marineros comunes que se arriesgan en el mar para obtener ese aceite.

Capítulo 7: La capilla

Ismael asiste a un servicio religioso en la Capilla de los Balleneros en New Bedford. Al entrar en esta pequeña y humilde capilla, Ismael observa que está casi vacía, con solo unos pocos asistentes, principalmente viudas y huérfanos de marineros que perdieron la vida en el mar. Las paredes están cubiertas con placas conmemorativas de mármol negro que recuerdan a los balleneros desaparecidos, muchos de ellos sin tumbas reales ya que sus cuerpos quedaron en el océano. Ismael reflexiona sobre estas conmemoraciones y la naturaleza peligrosa de la profesión que está a punto de emprender. Contempla la tristeza de las viudas y cómo, a pesar de no tener tumbas físicas donde llorar a sus esposos, encuentran consuelo en la idea de que el mar es también un lugar sagrado, y que Dios está presente tanto allí como en tierra firme.

Capítulo 8: El púlpito

El capítulo describe la llegada del Padre Mapple, un antiguo marinero y arponero convertido en capellán, muy respetado por los balleneros. A pesar de su avanzada edad, tiene un aire vigoroso y juvenil. Al entrar en la capilla, lleva ropa empapada por la lluvia, pero tras colgarla, se dirige al púlpito, que no tiene escaleras normales, sino una escalera vertical como las usadas en los barcos. Con habilidad marinera, sube y luego retira la escalera, quedando aislado en lo alto, como si estuviera en la proa de un navío.

El púlpito mismo está decorado con elementos marineros: una pintura de un barco en una tormenta con un ángel que brilla sobre él, y su diseño recuerda la proa de un barco, con la Biblia colocada como si fuera el pico de la nave.

Capítulo 9: El sermón

El Padre Mapple comienza su sermón ordenando a la gente que se acomode, como si estuviera dirigiendo a una tripulación en un barco. Arrodillado en el púlpito, reza con profunda devoción y luego canta un himno sobre la ballena y el juicio de Dios, al que todos se unen. Después, lee un pasaje de la Biblia sobre Jonás, quien, al desobedecer a Dios, intenta huir en un barco hacia Tarsis (que él cree es Cádiz). Los marineros sospechan de Jonás por su actitud nerviosa, y cuando una tormenta amenaza con hundir el barco, descubren que él es la causa. Jonás les pide que lo arrojen al mar, y al hacerlo, la tormenta se calma. Una ballena lo traga, y desde su vientre, Jonás se arrepiente y ora a Dios, quien lo libera.

El Padre Mapple explica que Jonás es un ejemplo de arrepentimiento verdadero, pues acepta su castigo sin pedir perdón, solo confiando en Dios. Luego, el sermón se vuelve más intenso, comparando la vida con un viaje en el que la verdad debe predicarse sin miedo, aunque sea difícil. El capellán advierte que quienes evaden su deber enfrentarán consecuencias, pero aquellos que permanecen fieles a Dios encontrarán gozo eterno, más allá de cualquier sufrimiento. Al terminar, bendice a la congregación y se queda arrodillado en silencio mientras todos se marchan.

Capítulo 10: Un amigo entrañable

Ismael regresa a la posada después de asistir a un servicio religioso y encuentra a Queequeg meditando con su ídolo. Ismael decide unirse a la práctica religiosa de Queequeg y luego ambos comparten la pipa de Queequeg. Ismael reflexiona sobre la tolerancia religiosa y se ve como mejora su amistad con Queequeg, a pesar de sus diferentes orígenes y creencias.

Capítulo 11: Camisón

Ismael y Queequeg despiertan muy temprano en la posada que aún está oscura. Están durmiendo en la misma cama y se encuentran en una posición íntima, con el brazo de Queequeg rodeando a Ismael de manera protectora. Al principio, Ismael intenta liberarse, pero luego se da cuenta de que la situación es agradable. Reflexiona sobre esta extraña intimidad con alguien tan diferente a él y contempla cómo las barreras sociales y culturales parecen desaparecer en la oscuridad y la calidez compartida. Este capítulo es breve pero significativo porque profundiza en el desarrollo de la amistad entre Ismael y Queequeg, mostrando cómo su relación se fortalece a través de la cercanía física y la confianza que se establece entre ellos a pesar de sus diferentes orígenes.

Capítulo 12: Biográfico

Ismael proporciona información detallada sobre su compañero Queequeg. Ismael narra la historia de los orígenes de Queequeg, explicando que proviene de una isla llamada Kokovoko en el Pacífico Sur, un lugar que no aparece en los mapas porque es ficticio según Ismael. Queequeg es hijo del rey de esta isla y sobrino de un sumo sacerdote. De joven, Queequeg sentía una inmensa curiosidad por conocer el mundo civilizado después de ver barcos balleneros que llegaban a su isla. A pesar de la oposición de su padre, se escondió en un barco ballenero para aventurarse en el mundo occidental. Aunque inicialmente los marineros intentaron deshacerse de él, Queequeg demostró ser tan determinado que finalmente le permitieron quedarse a bordo. A lo largo de sus viajes, Queequeg aprendió sobre la vida occidental, pero decidió no regresar a su hogar porque temía que las influencias de la civilización que había adquirido pudieran corromper a su gente. En cambio, decidió convertirse en ballenero profesional. Ismael concluye reflexionando sobre cómo Queequeg, a pesar de sus orígenes "salvajes" y su apariencia extraña, posee una dignidad natural y una nobleza que lo hacen admirable y merecedor de respeto.

Capítulo 13: La carretilla

Se sigue desarrollando la relación entre Ismael y Queequeg, quienes ya son amigos cercanos a pesar de sus diferencias culturales. Ambos llegan al puerto de Nantucket y se dirigen hacia el muelle. Ismael cuenta una anécdota graciosa relacionada con la cultura y costumbres de Queequeg: en una ocasión, Queequeg no sabía cómo usar una carretilla, ya que no existía en su cultura, y terminó usándola como si fuera un baúl, cargándola en la cabeza.

Capítulo 14: Nantucket

Ismael describe la isla de Nantucket (ubicada al sur de Cape Cod, Massachusetts, al este de Estados Unidos), el lugar desde donde parten muchos barcos balleneros. Hace una especie de homenaje a sus habitantes y a su historia marítima. Comenta que, aunque es una isla pequeña y algo aislada, ha tenido una gran influencia en el mundo de la caza de ballenas.

Ismael reflexiona sobre cómo los primeros pobladores llegaron allí y cómo los nantuckeños han aprendido a convivir con el mar, dominándolo incluso sin tener abundantes recursos naturales en tierra firme. Resalta el coraje de los balleneros que se enfrentan a lo desconocido en altamar.

Capítulo 15: Caldereta de pescado

Ismael y Queequeg llegan a una posada llamada Try Pots, en Nantucket, administrada por la Señora Hussey. Les llama la atención que el letrero del lugar tenga unas grandes ollas colgando, lo que les hace pensar que se sirven calderetas de pescado. Una vez instalados, prueban justamente eso: una deliciosa sopa de almejas y otra de bacalao. Ismael hace comentarios con humor sobre cómo toda gira en torno al mar y sus productos.

Durante la comida, Ismael reflexiona con una mezcla de ironía y aprecio sobre la cultura local, donde hasta el desayuno parece venir del océano. También nota cómo Queequeg, aunque es un isleño extranjero, empieza a adaptarse al entorno con naturalidad.

Capítulo 16: El barco

Ismael y Queequeg siguen en Nantucket buscando un barco ballenero en el que embarcarse. Un amigo de la posada les recomienda el Pequod, un barco robusto y ya bastante conocido en el puerto. Van a verlo y se entrevistan con uno de los dueños, el capitán Peleg, quien se encarga del reclutamiento junto con el capitán Bildad.

Peleg examina a Ismael, haciéndole preguntas sobre su experiencia en el mar. Aunque Ismael no tiene experiencia en la pesca de ballenas, logra impresionar con su determinación. Queequeg también llama la atención por su aspecto exótico y habilidades con el arpón, ganándose el respeto de inmediato. Finalmente, ambos son aceptados para formar parte de la tripulación del Pequod.

Ismael nota que aún no han conocido al capitán del barco, Ahab, de quien escuchan comentarios misteriosos: que es un hombre taciturno, marcado por experiencias pasadas y con una presencia intensa. Esto despierta una mezcla de curiosidad y preocupación en Ismael.

Capítulo 17: El Ramadán

Ismael se despierta y nota que Queequeg no se ha movido de su posición durante toda la noche. Preocupado, trata de hablarle, pero Queequeg permanece inmóvil, en una especie de meditación profunda. Finalmente, Ismael se entera de que Queequeg está practicando un rito religioso propio de su cultura: un período de ayuno y reflexión similar al Ramadán.

Aunque al principio Ismael no entiende del todo la práctica, poco a poco empieza a respetarla. Reflexiona sobre la importancia de tolerar y apreciar las creencias ajenas, incluso si son muy distintas a las suyas. Hay un momento cómico cuando Ismael intenta convencer a Queequeg de salir del cuarto porque el dueño de la posada se molesta, pero Queequeg se niega hasta que termina su rito.

Capítulo 18: Su señal

Ismael y Queequeg regresan para formalizar su contrato con el Pequod. Aunque todo parece estar en orden, surge un pequeño problema: como Queequeg no sabe escribir, necesita firmar el contrato con una "marca". El capitán Peleg al principio duda, pero después de ver la habilidad y fuerza de Queequeg con el arpón, acepta sin problema.

Queequeg hace su firma usando un símbolo de su cultura, y queda registrado como arponero del barco. También aclaran que Ismael y Queequeg quieren trabajar juntos, lo cual es aprobado.

El capítulo termina con ambos oficialmente enrolados en el Pequod, emocionados por la aventura que se avecina, aunque Ismael aún siente una inquietud misteriosa al pensar en el desconocido capitán Ahab, que aún no aparece. 

Capítulo 19: El profeta

Mientras Ismael y Queequeg caminan por el puerto, un hombre extraño los detiene. Se presenta como Elías, y empieza a hacerles preguntas enigmáticas sobre el Pequod y el capitán Ahab. Les insinúa que hay algo siniestro detrás del viaje que están por emprender.

Elías habla con frases crípticas y no da detalles claros, pero advierte que Ahab no está bien, que ha pasado por cosas oscuras, y que tal vez no deberían embarcarse. Ismael intenta no tomárselo muy en serio, pero la inquietud crece. Después del encuentro, Ismael y Queequeg continúan su camino, aunque con un sentimiento de presagio.

Capítulo 20: En plena agitación

Ismael y Queequeg regresan al puerto de Nantucket y se preparan para zarpar en el Pequod. Todo está lleno de actividad: la tripulación se organiza, el barco se abastece y los marineros hacen los últimos arreglos antes del viaje. La emoción y la ansiedad llenan el ambiente mientras el momento de partir se acerca rápidamente.

Ismael observa con atención todo el movimiento en el barco y reflexiona sobre el misterioso Capitán Ahab, a quien todavía no ha conocido. Aunque hay rumores y un cierto aire de misterio en torno al capitán, la tripulación sigue con sus tareas sin hacer demasiadas preguntas.

Capítulo 21: Yendo a bordo

Ismael y Queequeg se presentan al Pequod para embarcar, pero descubren que el barco aún no ha partido. Les dicen que el Capitán Ahab todavía no ha aparecido, lo que incrementa el misterio en torno a su figura. A pesar de la ausencia del capitán, la preparación continúa como si todo estuviera bajo control.

Durante la espera, aparece de nuevo el personaje peculiar Elías, quien antes les había lanzado advertencias misteriosas, vuelve a mencionar que hay secretos inquietantes relacionados con Ahab y el viaje. Aun así, Ismael y Queequeg deciden seguir adelante, suben al barco y se preparan para lo que está por venir.

Capítulo 22: Feliz navidad

Ismael relata los eventos previos a la partida del Pequod. Mientras el barco se prepara para zarpar, los capitanes Peleg y Bildad, aunque no parecen tener mucho en común, se encargan de las últimas gestiones antes de dejar el puerto. A pesar de que Ahab, el capitán principal, sigue en su cabina, Peleg toma las riendas del barco. La tripulación, entre órdenes y maldiciones, se alista para el viaje. Mientras todo esto sucede, los oficiales muestran un comportamiento peculiar, con Peleg actuando de forma impulsiva y Bildad, más calmado, dirigiendo la navegación en la proa, aunque también se percibe su preocupación por la partida.

Finalmente, el barco zarpa en un día de Navidad, mientras Peleg y Bildad se despiden del barco y la tripulación, marcando el comienzo de una travesía hacia lo desconocido. La escena se llena de melancolía y una sensación de incertidumbre, mientras Peleg y Bildad se alejan en un bote, dejando atrás la nave que tanto significaba para ellos. A pesar de las difíciles condiciones del mar y el frío invierno, Ismael se siente esperanzado por los posibles destinos que les aguardan. La despedida se da entre murmullos de buenos deseos y consejos prácticos, mientras el barco se adentra en la vastedad del océano.

Capítulo 23: La costa a sotavento

Ismael reflexiona sobre Bulkington, un marinero que, recién desembarcado de un peligroso viaje de cuatro años, se lanza nuevamente al mar en busca de tormentas. Ismael compara la suerte de Bulkington con la de un barco agitado por las tormentas que debe evitar el puerto y la tierra, ya que estos representan el mayor peligro en medio de una galerna. La tierra y el puerto, aunque ofrecen seguridad y consuelo, son traicioneros para el barco en la tormenta. Ismael concluye que la verdadera independencia y la más alta verdad se encuentran lejos de la tierra, en el mar infinito, y que es mejor enfrentar los peligros del océano que buscar refugio en la tierra.

Capítulo 24: El abogado defensor

Ismael defiende la dignidad de la pesca de la ballena frente a las percepciones negativas de la sociedad. Argumenta que, aunque se considera una ocupación deshonrosa y sucia, los balleneros merecen respeto y reconocimiento. Ismael compara la pesca de la ballena con la profesión militar, destacando que ambos enfrentan peligros extremos, pero los balleneros no reciben el mismo honor. Además, menciona que los balleneros han sido pioneros en la exploración y colonización de diversas partes del mundo, abriendo rutas comerciales y contribuyendo a la liberación de países como Perú, Chile y Bolivia.

Ismael también aborda la cuestión de la nobleza y la dignidad de los balleneros, afirmando que poseen cualidades superiores a las de la sangre real. Cita ejemplos históricos y literarios, como Job, Alfredo el Grande y Edmund Burke, que han documentado y elogiado la pesca de la ballena. Concluye que la pesca de la ballena es una profesión imperial y digna de respeto, y que los balleneros merecen reconocimiento por sus contribuciones a la humanidad y la historia.

Capítulo 25: Apéndice

Ismael defiende la dignidad de la pesca de la ballena, argumentando que el aceite de ballena es esencial en las coronaciones de reyes y reinas, ya que se utiliza para ungir sus cabezas. Ismael sugiere que este aceite es el más noble y adecuado para tal propósito, en comparación con otros aceites como el de oliva o el de ricino. Concluye que los balleneros, al proporcionar este valioso aceite, desempeñan un papel crucial en las ceremonias reales, subrayando así la importancia y la nobleza de su profesión.

Capítulo 26: Caballeros y escuderos

El capítulo presenta a Starbuck, primer oficial del Pequod, un hombre de Nantucket de ascendencia cuáquera. Se le describe como delgado pero fuerte, capaz de soportar cualquier clima, serio y concienzudo. A pesar de su valentía, Starbuck es cauteloso y algo supersticioso debido a sus experiencias y al recuerdo de familiares que perdieron la vida cazando ballenas. Su filosofía es pragmática: caza ballenas para ganarse la vida, no para arriesgarla innecesariamente, y prefiere no tener en su bote a hombres sin miedo, pues los considera peligrosos. Stubb, el segundo oficial, lo describe como "un hombre cuidadoso", aunque el narrador Ismael sugiere que esta cualidad tiene un significado particular entre los cazadores de ballenas.

Capítulo 27: Caballeros y escuderos (si se llama igual que el capítulo anterior)

Se presenta a los otros dos oficiales del Pequod y sus respectivos arponeros. Stubbs, el segundo oficial, es descrito como un hombre despreocupado que enfrenta los peligros con indiferencia, siempre con su pipa negra, elemento que posiblemente contribuye a su carácter imperturbable. Flask, el tercer oficial, es un joven robusto y belicoso que ve a las ballenas como enemigos personales, tratándolas con desprecio y sin reverencia. 

Los arponeros son Queequeg, escudero de Starbuck; Tashtego, un indio puro de Gay-Head que sirve a Stubbs; y Daggoo, un gigantesco hombre negro que acompaña al pequeño Flask.

El narrador Ismael señala que la mayoría de la tripulación del barco está compuesta por extranjeros "aislados" de diversas partes del mundo, mientras que los oficiales son americanos, comparando esta situación con la del ejército y otras instituciones americanas donde los nativos proporcionan "el cerebro" y los extranjeros "los músculos".

Capítulo 28: Ahab

Se narra la primera aparición del capitán Ahab ante la tripulación del Pequod, varios días después de zarpar de Nantucket. Hasta entonces, solo los oficiales habían recibido órdenes suyas desde la cabina. Cuando Ismael finalmente lo ve, describe a Ahab como un hombre de aspecto sombrío y formidable, con una cicatriz blanquecina que recorre un lado de su rostro, y apoyado en una pierna de marfil hecha con la mandíbula de un cachalote, tras perder la suya original cerca de Japón. El capitán se posiciona en cubierta con una mirada fija hacia el horizonte, inspirando una mezcla de temor y respeto en sus oficiales. A medida que el clima marino mejora, Ahab pasa más tiempo en cubierta, aunque mantiene su aire melancólico y distante. Sin embargo, con la llegada del buen tiempo, comienza a mostrar leves signos de ablandamiento en su severa disposición, comparables a un viejo roble que empieza a brotar ante la llegada de la primavera.

Capítulo 29: Entra Ahab; después, Stubb

El Pequod navega por aguas primaverales con días cálidos y noches estrelladas. El capitán Ahab pasa cada vez más tiempo en cubierta, especialmente por las noches, pues siendo viejo, duerme poco. Una noche mientras caminaba por cubierta, su pierna de marfil hace ruido y molesta a la tripulación que intenta dormir. Stubb, el segundo oficial, le sugiere amablemente que podría amortiguar el ruido poniendo algo en su pierna artificial. Ahab se enfurece y le grita a Stubb, llamándole "perro" y ordenándole que baje. Stubb, sorprendido por este trato, protesta, pero Ahab lo amenaza tan ferozmente que Stubb se retira confundido. Mientras baja a su camarote, Stubb reflexiona sobre el extraño comportamiento del capitán, sus hábitos de sueño y sus misteriosas visitas nocturnas a la bodega, preguntándose si Ahab estará loco.

Capítulo 30: La pipa

Se muestra a Ahab después de su confrontación con Stubb. El capitán se queda un tiempo apoyado en la barandilla del barco, luego envía a un marinero a buscar su taburete de marfil y su pipa. Se sienta a fumar en la cubierta, con el taburete colocado en el lado de barlovento (el lado desde donde sopla el viento). Ismael observa que Ahab sentado en este taburete hecho de hueso parece un rey, comparándolo con los antiguos reyes vikingos que se sentaban en tronos hechos de colmillos de narval. Esta imagen refuerza la idea de Ahab como un "rey del mar" o "señor de los leviatanes". Mientras fuma, Ahab nota que su pipa ya no le calma como antes y se da cuenta de que ha estado fumando a barlovento, lo que significa que el humo le estaba volviendo a la cara con el viento, sin que él lo notara por estar tan absorto en sus pensamientos.

Capítulo 31: La Reina Mab

Stubb le cuenta a Flask un extraño sueño que tuvo después de su confrontación con el capitán Ahab. En el sueño, Ahab le daba una patada con su pierna de marfil y Stubb intentaba devolvérsela, pero Ahab se convertía en una pirámide. Luego, un viejo jorobado aparecía y le decía a Stubb que debería sentirse honrado de que un gran hombre como Ahab le haya dado una patada con su valiosa pierna de marfil, comparándolo con ser abofeteado por una reina en la antigua Inglaterra. Flask considera el sueño una tontería, pero Stubb dice que lo ha vuelto "sensato" y aconseja a Flask que deje en paz al capitán. En ese momento, Ahab grita ordenando a todos que vigilen bien y que si ven una ballena blanca, griten con todas sus fuerzas. Stubb le comenta a Flask que hay algo extraño y "sangriento" en la cabeza de Ahab, especialmente relacionado con esa ballena blanca.

Capítulo 32: Cetología

En el capítulo "Cetología", Ismael intenta clasificar las ballenas, explicando que es una tarea complicada debido a la falta de conocimiento preciso sobre estos animales. Divide las ballenas en tres categorías principales según su tamaño: Infolio (las más grandes, como el cachalote y la ballena de Groenlandia), Octavo (medianas, como la orca y el narval) y Dozavo (las más pequeñas, como las marsopas). Describe algunas características de cada tipo, como el chorro de agua que lanzan o la forma de sus colas, pero admite que su sistema es imperfecto y que queda mucho por descubrir sobre estos gigantes del mar.

Capítulo 33: El "Troceador"

Ismael explica la importancia de los arponeros en los barcos balleneros, un puesto único en esta industria. Antiguamente, en los barcos holandeses, el "Specksynder" (o "Troceador") compartía el mando con el capitán, encargándose de la grasa y la caza, pero hoy su rol es más humilde, aunque sigue siendo clave para el éxito del viaje. En los balleneros americanos, los arponeros viven en la popa, cerca del capitán, y tienen ciertos privilegios, pero siguen siendo vistos como iguales por la tripulación. Aunque la disciplina en estos barcos es menos rígida que en los mercantes, se mantienen ciertas formalidades. El capitán Ahab, aunque no exige gestos exagerados de respeto, usa estas tradiciones para imponer su autoridad y mantener el control sobre la tripulación.

Capítulo 34: La mesa de la cabina

Ismael describe las tensas comidas en la cabina del Pequod. El capitán Ahab preside en silencio, mientras sus oficiales —Starbuck, Stubb y Flask— comen con rigurosa formalidad, casi sin atreverse a hacer ruido. Flask, el más joven, sufre especialmente: recibe las peores porciones y debe comer rápido para no retrasar a los demás. En contraste, los arponeros —Queequeg, Tashtego y Daggoo— disfrutan de sus comidas con ruidoso apetito, asustando al nervioso mayordomo Dough-Boy, quien teme sus bromas brutales. Mientras Ahab y los oficiales mantienen una estricta jerarquía, los arponeros rompen las reglas con su energía salvaje, mostrando el contraste entre el orden y el caos a bordo.

Capítulo 35: La cofa

Ismael describe su experiencia al estar de vigía en la cofa (plataforma alta para avistar las ballenas) del barco ballenero. Explica que los marineros suben a la cofa desde el inicio del viaje, incluso si faltan miles de millas para llegar a la zona de caza. Compara a los vigías con figuras históricas que se situaban en alturas, como los egipcios en las pirámides o los santos en columnas. También menciona cómo los balleneros de Groenlandia usaban "nidos de cuervo" protegidos del frío, a diferencia de los balleneros del sur, que soportan el clima cálido pero sin comodidades. Ismael confiesa que a veces se distrae en la cofa, pensando en el universo en vez de buscar ballenas, y advierte que los armadores no deben contratar a jóvenes soñadores, pues no son buenos vigías. El capítulo termina con una advertencia sobre los peligros de perderse en pensamientos filosóficos mientras se está en lo alto del mástil.

Capítulo 36: La toldilla

El capitán Ahab, con su pierna de marfil, sube a cubierta y reúne a toda la tripulación. Con voz intensa y fanática, les pregunta qué hacen cuando ven una ballena, y los marineros responden con entusiasmo: gritar, bajar los botes y perseguirla. Luego, Ahab clava una moneda de oro en el mástil y promete que quien aviste a una ballena blanca con la frente arrugada, mandíbula torcida y marcas de arpones en la cola, ganará la recompensa.

Tashtego, Daggoo y Queequeg reconocen la descripción y confirman que se trata de Moby Dick. Ahab, furioso, revela que fue esa ballena la que le arrancó la pierna y jura venganza, prometiendo perseguirla hasta el fin del mundo. La tripulación, contagiada por su pasión, grita en apoyo. Solo Starbuck duda, argumentando que están allí para cazar ballenas, no para una venganza personal, pero Ahab lo ignora.

Finalmente, Ahab ordena servir ron y hace que los oficiales y arponeros beban de los huecos de sus lanzas, jurando lealtad en la caza de Moby Dick. Starbuck se resiste, pero al final todos, incluso él, participan en el juramento. La escena termina con la tripulación dispersándose, mientras Ahab regresa a su cabina, decidido a cumplir su obsesión.

Capítulo 37: Atardecer

Ahab está solo en su cabina, mirando por la ventana mientras el sol se pone. Reflexiona sobre su obsesión con Moby Dick, comparando su determinación con una "Corona de Hierro" pesada y dolorosa que lleva consigo. Aunque antes disfrutaba de la belleza del atardecer, ahora solo siente angustia, incapaz de encontrar paz.

Se siente como un demonio, no un loco, y jura vengarse de la ballena que lo desmembró. Desafía a los dioses, burlándose de ellos por haberlo herido pero no destruido. Declara que nada lo detendrá, que su camino es inflexible como rieles de hierro, y que perseguirá a Moby Dick sin importar los obstáculos. Su odio y su sed de venganza lo consumen por completo.

Capítulo 38: Oscurecer

Starbuck, el primer oficial, reflexiona junto al palo mayor sobre la locura de Ahab y cómo este ha arrastrado a toda la tripulación, incluido él mismo, en su obsesión por vengarse de Moby Dick. Siente que, aunque reconoce la locura de su capitán, no puede escapar de su influencia y se ve obligado a obedecerle, incluso contra su voluntad.

Escucha el bullicio de la tripulación en proa, celebrando como paganos a la ballena blanca, mientras Ahab permanece en silencio en popa, sumido en sus pensamientos oscuros. Starbuck siente horror ante la situación, pero se aferra a su humanidad y espera que fuerzas benévolas lo ayuden a resistir el destino sombrío que se avecina.

Capítulo 39: Primera guardia nocturna

Stubb, el segundo oficial, está solo en la cofa de trinquete, arreglando un cabo mientras reflexiona con humor sobre la situación. Se ríe de todo, creyendo que la risa es la mejor respuesta ante lo absurdo y lo inevitable. Recuerda cómo Ahab ha manipulado incluso a Starbuck, igual que antes lo hizo con él, pero decide no preocuparse demasiado.

Con una actitud despreocupada, imagina a su esposa en casa, quizás entretenida en lugar de afligida, y rompe a cantar una canción alegre sobre brindar por el amor. Cuando Starbuck lo llama, Stubb responde con su habitual tono jovial, aceptando las órdenes sin perder su actitud optimista, aunque reconoce que todos, incluso Starbuck, tienen a alguien por encima.

Capítulo 40: Medianoche. Castillo de proa

Los marineros, en el castillo de proa durante la guardia nocturna, pasan el tiempo cantando, bailando y bromeando. Algunos están animados, otros medio dormidos o soñolientos. La conversación salta de un tema a otro: desde recuerdos de mujeres y hogar hasta comentarios sobre el clima y el barco.

El ambiente se vuelve más tenso cuando Daggoo y un marinero español discuten, casi llegando a pelear, pero la situación se interrumpe cuando el viento arrecia y la tripulación debe prepararse para una tormenta. Mientras los marineros corren a sus puestos, Pip, el grumete (joven ayudante de oficiales), se queda asustado bajo el molinete (mecanismo para subir o bajar el ancla), rezando por protección ante el peligro y recordando con temor la obsesión de Ahab con la ballena blanca.

Capítulo 41: Moby Dick

Ismael siente el mismo odio y deseo de venganza que el capitán Ahab contra Moby Dick, la ballena blanca. Esta ballena es temida por los balleneros por su tamaño, fuerza y maldad, ya que ha destruido barcos y matado hombres. Los rumores exagerados la pintan como un monstruo sobrenatural, casi inmortal, capaz de aparecer en distintos lugares al mismo tiempo. Ahab perdió una pierna en un enfrentamiento previo con Moby Dick, lo que lo obsesionó hasta la locura, convirtiendo la caza de la ballena en su única razón de vivir. Aunque finge cordura, su mente está consumida por la venganza, y arrastra a la tripulación, llena de hombres marginales, a perseguir a la ballena como si fuera un demonio del mar.

Capítulo 42: La blancura de la ballena

Ismael reflexiona sobre el terror que le produce la blancura de Moby Dick, un miedo que va más allá de su tamaño o ferocidad. Aunque el color blanco suele asociarse con pureza, belleza y nobleza (como en mármoles, perlas o banderas), también puede inspirar un horror profundo cuando se une a cosas amenazantes, como el oso polar o el tiburón blanco. La blancura, al ser la ausencia de color, evoca vacío, misterio y lo sobrenatural. Ejemplos como el albatros blanco, el Corcel Blanco de las leyendas indígenas o las ruinas blancas de Lima muestran cómo lo pálido puede ser inquietante. Ismael sugiere que esta blancura simboliza lo desconocido, lo impenetrable e incluso la muerte, haciendo que Moby Dick no sea solo una ballena, sino una presencia casi fantasmagórica y aterradora. Por eso, su caza no es solo una persecución física, sino también una lucha contra algo que representa los terrores más profundos del alma humana.

Capítulo 43: ¡Escucha!

Durante la guardia nocturna, los marineros forman una cadena silenciosa para pasar cubos de agua. Archy, uno de ellos, le susurra a su compañero Cabaco que escucha ruidos extraños bajo las escotillas de popa: toses y movimientos, como si hubiera personas escondidas. Cabaco se burla, diciendo que es solo su imaginación o su digestión, pero Archy insiste en que algo raro pasa. Incluso menciona que Stubb y Flask han hablado en secreto sobre un misterio a bordo. El capítulo deja la intriga de si hay alguien más en el barco, oculto en la bodega, y sugiere que el capitán Ahab podría estar involucrado.

Capítulo 44: La carta

El capitán Ahab pasa muchas noches estudiando mapas marítimos en su cabina, trazando rutas y consultando antiguos registros de navegación. Está planeando meticulosamente cómo encontrar a Moby Dick, la ballena blanca que busca para vengarse. Aunque parece imposible encontrar una sola ballena en los océanos inmensos, Ahab conoce bien las rutas migratorias de los cachalotes, que siguen patrones predecibles en determinadas épocas y lugares. Sabe que Moby Dick ha sido vista varias veces cerca del ecuador, y planea interceptarla allí. El Pequod había zarpado al inicio de la temporada ecuatorial, dándole a Ahab un año entero para buscar a la ballena en otros mares antes de llegar a ese punto crucial. Durante las noches, Ahab sufre pesadillas terribles relacionadas con su obsesión, despertando agitado y atormentado por su deseo de venganza.

Capítulo 45: El testimonio

El autor presenta evidencias para apoyar la veracidad de su historia sobre la ballena blanca. Primero, menciona casos reales donde ballenas han sido reconocidas años después de ser arponeadas, demostrando que pueden ser identificadas individualmente. Luego habla de ballenas famosas con nombres propios que eran conocidas por los balleneros, como Tom de Timor y Don Miguel de Chile (se cree que aparecía en Isla Mocha). El autor enfatiza los peligros reales de la caza de ballenas, señalando que muchos accidentes mortales nunca llegan a conocerse en tierra. Presenta tres casos documentados de cachalotes que atacaron y hundieron barcos: el Essex en 1820, el Unión en 1807 y el caso de un buque de guerra cuyo comandante había dudado de la fuerza de las ballenas. También menciona otros incidentes de colisiones entre barcos y ballenas, y concluye con una historia de Procopio, un historiador del siglo VI, sobre un monstruo marino que destruyó barcos durante cincuenta años, sugiriendo que probablemente era un cachalote.

Capítulo 46: Hipótesis

Se explica cómo Ahab, aunque obsesionado con cazar a Moby Dick, se da cuenta de que debe atender también los objetivos normales del viaje ballenero. El capitán reconoce que necesita mantener a su tripulación motivada durante el largo tiempo que podría pasar antes de encontrar a la ballena blanca. Ahab comprende que si se centra únicamente en su venganza personal, podría enfrentar un motín, especialmente por parte de Starbuck, quien desaprueba su búsqueda obsesiva. También se da cuenta de que los marineros, aunque inicialmente entusiasmados con la idea de cazar a Moby Dick, necesitan intereses más inmediatos como la ganancia económica para mantenerlos comprometidos. Ahab teme ser acusado de usurpador por usar el barco para sus fines personales, lo que podría hacer que la tripulación le desobedezca legítimamente. Por todas estas razones, decide continuar con el propósito original del viaje —la caza normal de ballenas— mientras persigue su objetivo secreto. Al final, ordena a los vigías que estén atentos a cualquier avistamiento, incluso de marsopas.

Capítulo 47: El esterero

Ismael narra un momento tranquilo a bordo del Pequod. Él y Queequeg están tejiendo una estera (piso antideslizante) para amortiguar su lancha ballenera, en un día caluroso y nublado. Mientras trabajan, Ismael reflexiona sobre el telar como metáfora del destino: la urdimbre rígida representa la Necesidad, su propio movimiento al pasar la lanzadera es el Libre Albedrío, y el sable de Queequeg que golpea el tejido simboliza el Azar. De repente, este momento contemplativo es interrumpido por un grito desde lo alto: Tashtego, el vigía indio, ha avistado cachalotes a unos 3.2 kms de distancia. Inmediatamente todo el barco entra en acción. Ahab pregunta la hora exacta del avistamiento, y la tripulación prepara las lanchas para la caza. Los marineros toman posiciones, listos para descender al mar. Sin embargo, en ese momento crítico, algo inesperado ocurre: todos desvían su atención de las ballenas cuando notan que Ahab está rodeado por cinco misteriosas figuras oscuras que parecen haber aparecido de la nada.

Capítulo 48: El primer ataque

El barco avista ballenas y las lanchas se lanzan al mar para perseguirlas. Ahab tiene una tripulación misteriosa liderada por Fedallah, un hombre de aspecto sombrío con un turbante blanco, que ayuda en la caza. Las lanchas se separan para cubrir más área, pero los marineros están inquietos por la presencia de estos extraños. Mientras persiguen a las ballenas, el mar se agita y la niebla dificulta la visión. Starbuck y su tripulación logran arponear una ballena, pero el animal escapa y una tormenta los deja a la deriva, mojados y sin esperanza. Al amanecer, el Pequod los encuentra y los rescata justo antes de que su lancha sea destruida. Los demás botes ya habían regresado al barco, que los buscaba pensando que estaban perdidos.

Capítulo 49: La hiena

Ismael reflexiona sobre momentos en que la vida parece una broma pesada, especialmente durante situaciones peligrosas como la caza de ballenas. Después de sobrevivir a un peligroso incidente en el bote ballenero donde casi se ahogan, Ismael conversa con Queequeg, Stubb y Flask sobre lo frecuentes que son estos peligros. Al darse cuenta de los riesgos constantes de su profesión, decide escribir su testamento con Queequeg como testigo y heredero, lo que le da una sensación de paz y alivio, como si ya hubiera sobrevivido a su propia muerte.

Capítulo 50: La lancha y la tripulación de Ahab. Fedallah

Stubb y Flask discuten sobre la sorprendente decisión del capitán Ahab de participar personalmente en la caza de ballenas a pesar de tener una pierna de marfil. Se revela que Ahab ha preparado secretamente una lancha ballenera para su uso personal y ha traído a bordo una tripulación adicional de cinco hombres, algo que no había comunicado a los propietarios del Pequod. Entre estos misteriosos tripulantes destaca Fedallah, un hombre con turbante que genera intriga entre la tripulación por su origen desconocido y por la extraña influencia que parece ejercer sobre Ahab. El capítulo sugiere que Fedallah es una figura casi sobrenatural, comparable a las criaturas misteriosas de tierras orientales antiguas y remotas.

Capítulo 51: El chorro fantasma

El Pequod navega por cuatro zonas pesqueras hasta llegar al Carrol Ground cerca de Santa Elena (isla británica, en el Atlántico Sur, entre África y América del Sur). Durante varias noches con luna, Fedallah avista desde lo alto un misterioso chorro plateado que aparece y desaparece, siempre alejándose. La tripulación comienza a sospechar que pertenece a Moby Dick, y algunos temen que los esté atrayendo hacia aguas remotas para destruirlos. Después de navegar por mares tranquilos, el barco entra en las tormentosas aguas del Cabo de Buena Esperanza (Sur de Sudáfrica, el barco va al este), donde enfrentan fuertes vientos y olas violentas, acompañados por siniestros pájaros marinos. Durante estas tormentas, Ahab permanece casi siempre en cubierta, silencioso y observando fijamente hacia el horizonte, mientras la tripulación se ata a la borda para no ser arrastrada. El capítulo termina con Starbuck descubriendo a Ahab dormido en su silla, pero aun mirando hacia sus instrumentos de navegación, demostrando su obsesiva determinación.

Capítulo 52: El Albatros

El Pequod se encuentra con otro barco ballenero llamado el Goney ("Albatros") cerca de las islas Crozett (sudeste de Sudáfrica). Ismael observa desde lo alto el deteriorado estado de este barco que lleva casi cuatro años en el mar. Cuando los barcos se acercan, Ahab pregunta al capitán del Goney si ha visto a la ballena blanca, pero el capitán deja caer accidentalmente su altavoz al mar y no puede responder. Ahab entonces anuncia que el Pequod está dando la vuelta al mundo cazando ballenas. Ismael observa cómo unos pececillos que habían estado nadando junto al Pequod súbitamente se alejan hacia el otro barco, lo que provoca en Ahab una reflexión melancólica. El capítulo termina con Ismael meditando sobre lo inútil de "dar la vuelta al mundo", que solo conduce de regreso al mismo punto de partida, tras numerosos peligros.

Capítulo 53: El Gam

El capitán Ahab no quiere cruzar en bote al otro barco a ejecutar el "Gam" debido a que había mucho oleaje y viento y además que no tienen noticias de la ballena blanca. Ismael explica que el "Gam" es una costumbre única entre los barcos balleneros, que consiste en reuniones sociales entre tripulaciones cuando dos barcos se encuentran en alta mar. A diferencia de otros tipos de embarcaciones (mercantes, militares o piratas) que apenas se saludan o evitan el contacto, los balleneros aprovechan estos encuentros para intercambiar noticias, cartas, periódicos e información sobre ballenas. Ismael detalla por qué estas reuniones son tan importantes para barcos que pasan años lejos de casa, y describe el protocolo específico: los capitanes y oficiales intercambian visitas usando las lanchas balleneras. También señala con humor las dificultades que enfrenta un capitán ballenero durante estos encuentros, pues debe permanecer de pie en la lancha manteniendo su dignidad mientras es trasladado de un barco a otro, sin tener un asiento como en otros tipos de embarcaciones.

Capítulo 54: La historia del Town-Ho (según se contó en la Posada de Oro)

Lo siguiente se cuenta por Ismael en una posada en Lima (posterior a los eventos del libro), donde el narrador jura su veracidad ante un sacerdote y los presentes. Luego de encontrar al Goney encontraron otro barco ballenero, el Town-Ho, con una tripulación en su mayoría polinesios. Ellos cuentan que le estaba entrando agua a su embarcación y se dirige a puerto para reparaciones. Durante el viaje, el primer oficial Radney, cruel y autoritario, maltrata al marinero Steelkilt, un hombre fuerte y orgulloso de los Grandes Lagos. Steelkilt se rebela, liderando un motín, pero es traicionado por dos compañeros y castigado. Aunque jura venganza, el destino interviene cuando avistan a Moby Dick. Durante la caza, Radney cae al mar y es devorado por la ballena blanca. Steelkilt y otros marineros desertan en una isla, mientras el Town-Ho continúa su viaje con una tripulación reducida.

Capítulo 55: De las imágenes monstruosas de las ballenas

En este capítulo, Ismael explica que las imágenes de ballenas que la gente conoce son casi siempre incorrectas. Cuenta que desde tiempos antiguos, en esculturas, pinturas y libros, se han representado ballenas de manera equivocada, a veces mezclándolas con otros animales o inventando formas extrañas. Menciona ejemplos de artistas y científicos que también cometieron errores, porque nunca vieron una ballena viva realmente en el mar. Ismael concluye que es casi imposible dibujar una ballena como es en realidad, ya que sólo puede verse bien en su ambiente natural y en movimiento.

Capítulo 56: De las imágenes menos erróneas de las ballenas, y de las imágenes verdaderas de escenas de la caza de la ballena

Ismael habla sobre los dibujos más correctos que existen de ballenas y de escenas de su caza. Menciona que aunque hay muchos dibujos antiguos y modernos, los mejores sobre el cachalote son los de Beale y los mejores sobre la ballena de Groenlandia son los de Scoresby, aunque son muy pequeños. Destaca especialmente dos grandes grabados franceses basados en cuadros de un artista llamado Garnery, que muestran de manera muy realista y emocionante ataques de ballenas a lanchas y la caza de ballenas. También habla de otros grabados de un tal H. Durand que representan la vida de los balleneros franceses, tanto en momentos de calma como de acción intensa en el mar.

Capítulo 57: Sobre las ballenas en pintura, en dientes, en madera, en plancha de hierro, en piedra, en montañas, en estrellas

Ismael cuenta cómo las ballenas han sido representadas en muchos lugares y de muchas formas: en pinturas callejeras, en dientes de cachalote tallados por balleneros, en piezas de madera, en aldabas de puertas, en veletas de hierro en iglesias, en las formas de montañas y hasta en las estrellas del cielo. Dice que, aunque algunas de estas representaciones son muy detalladas y otras no tanto, todas muestran cómo la figura de la ballena ha inspirado a los hombres en diferentes partes del mundo y de distintas maneras.

Capítulo 58: Brit

El Pequod navega por una extensa zona de brit, un pequeño organismo amarillo que sirve de alimento a las ballenas. Estas nadan con las bocas abiertas, filtrando el brit como segadores cortando hierba. Vistas desde lejos, las ballenas parecen rocas inmóviles, y su enorme tamaño hace difícil creer que estén vivas. El narrador reflexiona sobre cómo el mar, a pesar de su belleza, es un lugar peligroso y hostil, lleno de criaturas feroces como los tiburones, donde reina una guerra constante. Compara el océano con la tierra, señalando que, mientras esta última parece pacífica, el mar es un lugar de muerte y misterio. Finalmente, compara el alma humana con una isla de paz (Tahití) rodeada por los horrores del mar, advirtiendo que, una vez que se abandona esa tranquilidad, no hay vuelta atrás.

Capítulo 59: El pulpo

El Pequod navega tranquilamente cuando Daggoo avista una gran masa blanca en el agua, creyendo al principio que es Moby Dick. Sin embargo, al acercarse, descubren que se trata de un gigantesco pulpo de color crema, con innumerables tentáculos que se retuercen como serpientes. La criatura, casi mítica por su rareza, impresiona a la tripulación, especialmente a Starbuck, quien dice que preferiría enfrentarse a la ballena blanca que ver ese espectro marino. Ahab, decepcionado, regresa en silencio al barco. El narrador explica que, aunque pocos balleneros han visto este monstruo, se cree que es el principal alimento del cachalote y que podría estar relacionado con el legendario Kraken. La aparición del pulpo aumenta el misterio y la superstición en torno a las criaturas desconocidas del océano.

Capítulo 60: La estacha

Se explica en detalle la estacha, una gruesa cuerda de cáñamo o abacá que une el arpón a la lancha ballenera. Se describe su resistencia (capaz de soportar casi tres toneladas), cómo se almacena en espiral dentro de una tina para evitar enredos mortales, y su peligrosidad: si la ballena hunde con fuerza, la estacha puede desenrollarse a gran velocidad, arrastrando a quien se interponga o incluso hundir la lancha. Los marineros reman rodeados por sus vueltas, como si jugaran con serpientes venenosas, pero la costumbre les hace bromear sobre el riesgo. El narrador compara esta tensión constante con la vida humana, donde todos vivimos "con la soga al cuello", sin darnos cuenta del peligro hasta que es demasiado tarde.

Capítulo 61: Stubb mata un cachalote

En un día caluroso y tranquilo, la tripulación del Pequod está adormilada cuando avistan un enorme cachalote nadando perezosamente. Stubb lidera la persecución en su lancha, animando a sus hombres con gritos y fumando su pipa mientras reman en silencio al principio. Cuando la ballena se da cuenta del peligro, acelera, pero Stubb y su tripulación, especialmente Tashtego y Daggoo, la persiguen con entusiasmo. Tras lanzar el arpón, la estacha se tensa, arrastrando la lancha a gran velocidad sobre el agua. Stubb clava varias lanzas en el cetáceo hasta que este, agonizando, mancha el mar con su sangre. Finalmente, la ballena muere, y Stubb, tras observar su obra, apaga su pipa con satisfacción.

Capítulo 62: El arponeo

Se explica el peligroso y agotador papel del arponero en la caza de ballenas. Tradicionalmente, el arponero debe remar con fuerza mientras grita para animar a la tripulación, y luego, de repente, dejar el remo, girarse y lanzar el arpón con precisión, a menudo con poca energía restante. Esto lleva a que muchos intentos fallen, causando frustración y pérdidas económicas para los balleneros. El narrador critica este método, argumentando que el jefe de la lancha debería ser quien lance el arpón desde el principio, ya que estaría más descansado y aumentaría las posibilidades de éxito. Concluye que los arponeros rendirían mejor si no llegaran exhaustos al momento crucial de la caza.

Capítulo 63: La horquilla

Se describe la horquilla, un soporte en la proa (la parte delantera) de la lancha ballenera donde se colocan los arpones listos para su uso. Normalmente hay dos arpones, el "primer hierro" y el "segundo hierro", ambos conectados a la misma estacha (cuerda), para aumentar las posibilidades de éxito. Si la ballena huye violentamente después del primer arponazo, el segundo arpón debe lanzarse rápidamente, aunque a veces acaba en el agua, convirtiéndose en un peligro flotante que puede enredarse o cortar otras estachas. El narrador advierte que, en una cacería con múltiples lanchas, una ballena escurridiza puede terminar con varios arpones clavados, lo que complica aún más la persecución.

Capítulo 64: La cena de Stubb

Tras matar al cachalote, la tripulación del Pequod lo remolca con dificultad hasta el barco. Mientras Ahab se muestra indiferente, Stubb celebra su éxito pidiendo un filete de ballena para cenar. Durante la noche, miles de tiburones devoran vorazmente el cadáver del cetáceo, golpeando el casco con sus colas. Stubb, disfrutando su cena en cubierta, bromea con el cocinero, el viejo Nevado, criticando cómo preparó el filete y dándole absurdas instrucciones culinarias para futuras comidas. Incluso lo obliga a "predicar" a los tiburones para que dejen de hacer ruido. El capítulo mezcla humor y crudeza, mostrando la relación entre los marineros y su peculiar banquete, mientras los tiburones festejan bajo las sombras.

Capítulo 65: La ballena como plato

El capítulo explora el consumo de carne de ballena a lo largo de la historia y en diferentes culturas. En el pasado, partes como la lengua de ballena eran consideradas manjares en Francia, y las marsopas (un tipo de ballena) se servían en banquetes reales. Aunque hoy en día la ballena no es común en la dieta occidental debido a su excesiva grasa, algunos, como Stubb o los esquimales, aún la consumen. El narrador describe cómo los balleneros comen galletas fritas en aceite de esperma o preparan los sesos de ballena como un plato delicado. También reflexiona irónicamente sobre la hipocresía de quienes critican comer ballena pero disfrutan de otros animales, señalando que incluso los utensilios que usamos provienen de criaturas sacrificadas. El capítulo mezcla datos históricos, humor y una crítica sutil al antropocentrismo (filosofía que indica que el hombre es el centro del universo) y la doble moral humana.

Capítulo 66: La matanza de los tiburones

Tras capturar un cachalote, la tripulación del Pequod debe proteger el cadáver de los tiburones que lo devoran vorazmente durante la noche. Stubb, Queequeg y otros marineros montan guardia, iluminando el agua con faroles y matando tiburones con azadas balleneras. La escena es caótica: los tiburones no solo atacan la ballena, sino que se muerden entre sí e incluso sus propias entrañas. Queequeg, al intentar cerrar la mandíbula de un tiburón muerto, casi pierde una mano. El capítulo muestra la ferocidad del mar y la lucha constante entre los balleneros y las criaturas que compiten por su presa.

Capítulo 67: Descuartizando

El Pequod se convierte en un matadero flotante mientras la tripulación trabaja sin descanso para descuartizar al cachalote capturado. Usando aparejos pesados y ganchos, pelan la grasa del cetáceo en largas tiras espirales, como si mondaran una naranja gigante. El barco se inclina peligrosamente bajo el peso, y los marineros, cubiertos de sangre, izan y cortan las tiras de grasa con herramientas especiales, mientras otras las almacenan en el cuarto de la grasa. La escena es caótica y agotadora, con el barco temblando, los hombres cantando y maldiciendo, y la ballena girando en el agua mientras es despojada de su capa de grasa. El trabajo es brutal pero metódico, mostrando la crudeza y precisión de la industria ballenera.

Capítulo 68: El cobertor

El capítulo explora la naturaleza de la "piel" de la ballena, que en realidad es su gruesa capa de grasa, de hasta 38.1 cms de espesor. El narrador argumenta que esta grasa actúa como un abrigo natural, permitiendo al cachalote sobrevivir en aguas heladas. Describe cómo la superficie de la ballena está marcada con líneas y jeroglíficos misteriosos, similares a grabados antiguos, y compara su resistencia térmica con la cúpula de San Pedro, que mantiene una temperatura constante. La ballena, con su sangre caliente y su grueso "cobertor" de grasa, es un prodigio de adaptación, capaz de habitar desde los trópicos hasta los polos. El narrador invita al lector a admirar este diseño natural y a aprender de él.

Capítulo 69: El funeral

El Pequod libera el cadáver descuartizado del cachalote, que flota como una "sepultura de mármol" blanquecina, rodeado de tiburones y aves carroñeras que lo devoran en un festín caótico. La escena, bajo un cielo despejado y un mar apacible, contrasta con la violencia de la naturaleza: lo que en vida fue un coloso temido, en muerte se convierte en un banquete para buitres marinos. El narrador reflexiona irónicamente sobre este "funeral triste y burlón", donde criaturas que nunca ayudarían a la ballena en vida ahora acuden piadosamente a su entierro. Además, advierte que el cadáver, confundido con rocas o bajíos por otros barcos, se convertirá en una advertencia falsa en las bitácoras navales, perpetuando el miedo incluso después de su desaparición. El capítulo cierra con una pregunta sobre los espectros, sugiriendo que los fantasmas más poderosos no son los sobrenaturales, sino los legados de errores y supersticiones que persisten en la memoria colectiva.

Capítulo 70: La esfinge

Tras descuartizar al cachalote, la enorme cabeza decapitada del animal es izada junto al costado del Pequod, donde cuelga como un misterio ensangrentado. Ahab, en un momento de quietud, se acerca y la contempla con intensidad, dirigiéndose a ella como si fuera la Esfinge, preguntándole por los secretos del océano que ha presenciado en sus profundidades. La cabeza, cubierta de moho y cicatrices, simboliza el conocimiento inalcanzable de los abismos marinos. Justo cuando Ahab parece perderse en sus reflexiones, un marinero anuncia el avistamiento de un barco en el horizonte, rompiendo el hechizo. Ahab, revitalizado, celebra la llegada de la brisa y reflexiona sobre las profundas conexiones entre la naturaleza y el alma humana.

Capítulo 71: La historia del Jeroboam

El Pequod se encuentra con el ballenero Jeroboam, que lleva a bordo una epidemia. El capitán Mayhew se comunica desde su lancha, manteniendo distancia para evitar contagios. Entre su tripulación destaca Gabriel, un fanático religioso que se proclama arcángel y ha sembrado el miedo en el barco con sus profecías. Mayhew relata cómo su primer oficial, Macey, murió al intentar cazar a Moby Dick, cumpliendo así una de las advertencias de Gabriel. Ahab, al enterarse, confirma su obsesión por perseguir a la ballena blanca, desafiando las amenazas del "arcángel". Gabriel intercepta una carta destinada al difunto Macey y la clava con un cuchillo en el Pequod, como un presagio siniestro. El capítulo refuerza la leyenda de Moby Dick y muestra cómo el fanatismo y la superstición se entrelazan con la caza ballenera.

Capítulo 72: El andarivel

El capítulo describe el peligroso trabajo de Queequeg en el lomo de la ballena muerta, donde debe insertar el gancho para el descuartizamiento. Atado a Ismael por un "andarivel" (cuerda de seguridad), el salvaje lucha contra el balanceo del cadáver y los tiburones hambrientos, mientras Tashtego y Daggoo intentan protegerlo con azadas. Ismael reflexiona sobre cómo esta situación simboliza la interdependencia humana: todos estamos conectados a otros, compartiendo sus riesgos y desgracias. Cuando Queequeg regresa exhausto, el mayordomo le ofrece una inútil taza de agua de jengibre, provocando la burla de Stubb, quien insiste en darle licor fuerte. La escena mezcla acción, filosofía y humor, mostrando la crudeza de la vida ballenera y los lazos entre la tripulación.

Capítulo 73: Stubb y Flask matan una ballena, y luego tienen una conversación sobre ella

El Pequod ya tenía la cabeza de un cachalote colgando de un costado cuando avistaron ballenas francas. Stubb y Flask salieron en sus lanchas, cazaron una y la arrastraron hacia el barco, aunque la ballena casi hunde las lanchas al sumergirse cerca del casco. Tras una lucha, la mataron y la aseguraron al costado opuesto del cachalote, equilibrando el barco. Mientras trabajaban, Stubb y Flask hablaron sobre Fedallah, a quien Stubb sospechaba que era el diablo disfrazado, y bromeó sobre arrojarle al mar. Mientras tanto, Fedallah observaba la cabeza de la ballena franca, y Ahab permanecía cerca, fusionando sus sombras. Los marineros comentaban entre sí sobre estos sucesos extraños.

Capítulo 74: La cabeza del cachalote: vista contrastada

El Pequod tiene dos cabezas de ballena colgando a los lados: una de cachalote y otra de ballena franca. Ismael compara ambas, destacando que la del cachalote es más imponente y simétrica, con un aspecto majestuoso, mientras que la de la ballena franca parece más tosca. Explica que los ojos de estos cetáceos están colocados a los lados de la cabeza, lo que les impide ver directamente hacia adelante o atrás, y que cada ojo envía una imagen separada al cerebro, lo que podría causarles confusión. También menciona que sus orejas son diminutas y casi invisibles, especialmente en la ballena franca, que las tiene cubiertas por una membrana.  

Luego describe la enorme boca del cachalote, forrada de una membrana brillante, y su poderosa mandíbula inferior, llena de dientes afilados como un rastrillo. Cuando un cachalote vivo abre su mandíbula bajo el agua, parece una trampa mortal. Finalmente, explica cómo los marineros extraen los dientes de marfil de la mandíbula para fabricar objetos, usando herramientas y aparejos para arrancarlos antes de serrar el hueso en trozos útiles.

Capítulo 75: La cabeza de la ballena franca: vista comparada

La cabeza de la ballena franca contrasta mucho con la del cachalote. Vista de lejos, parece un zapato gigante o una horma, pero al observarla más de cerca, sus características son sorprendentes. Tiene dos agujeros en la parte superior para expulsar el chorro de agua, como un contrabajo, y una estructura llamada "corona" o "gorro" cubierta de lapas y algas, que parece un nido de pájaros en un árbol. Su labio inferior es enorme y grueso, con una hendidura que lo hace parecer malhumorado.

Dentro de su boca, en lugar de dientes como el cachalote, hay unas láminas óseas llamadas "barbas", que usa para filtrar pequeños peces del agua. Estas barbas, que antes se usaban para hacer corsés y paraguas, están ordenadas como persianas. La lengua es enorme y blanda, y podría llenar varios barriles de aceite.

Al final, Ismael reflexiona sobre las diferencias entre las dos cabezas: el cachalote, con su gran frente serena, parece un filósofo que acepta la muerte con calma, mientras que la ballena franca, con su labio fuerte y decidido, parece más estoica y práctica. Pronto, ambas cabezas serán arrojadas al mar.

Capítulo 76: El ariete

Este capítulo analiza la estructura única de la cabeza del cachalote, destacando su increíble fuerza y resistencia. La frente del cachalote es casi vertical, sin órganos sensibles, y está recubierta por una capa de grasa tan dura que incluso los arpones más afilados rebotan. Ismael compara esta protección con los amortiguadores de corcho y cuero que usan los barcos para evitar daños al chocar.

También plantea la hipótesis de que los compartimentos llenos de esperma en la cabeza del cachalote podrían funcionar como una especie de vejiga natatoria, permitiéndole controlar su flotabilidad al sumergirse o emerger. Con esta combinación de masa, fuerza y control, el cachalote es capaz de movimientos poderosos y destructivos.

Ismael concluye que, al comprender estas características, no debería sorprender que un cachalote pueda realizar hazañas aparentemente imposibles, como abrirse paso a través de obstáculos masivos.

Capítulo 77: El Gran Tonel de Heidel

Este capítulo describe la estructura interna de la cabeza del cachalote, comparándola con el famoso Gran Tonel de Heidelberg (un enorme barril de vino alemán). La cabeza se divide en dos partes principales:

La parte inferior (llamada "jarcia trozada") es una masa fibrosa llena de aceite, con una textura similar a un panal.

La parte superior (la "caja") es como un enorme barril lleno del valioso aceite de esperma, un líquido puro y fragante que se solidifica al contacto con el aire, formando cristales. La membrana interior de esta "caja" es suave y brillante, como seda. Un cachalote grande puede contener hasta 500 galones de este aceite, aunque parte se pierde durante la extracción.

Al cortar la cabeza del cachalote, los balleneros deben tener mucho cuidado para no perforar accidentalmente este depósito de aceite, ya que sería un desperdicio enorme.

Capítulo 78: Cisterna y cubos

Tashtego sube a la cabeza del cachalote para extraer el aceite de esperma usando un cubo y un sistema de poleas. Mientras trabaja, resbala y cae dentro de la cabeza, que aún está suspendida sobre el mar. La cabeza empieza a hundirse, y Daggoo intenta salvarlo con un cubo, pero no funciona. En medio del caos, Queequeg se lanza al agua con un arma, corta un agujero en la cabeza y saca a Tashtego por los pelos justo antes de que se hunda por completo.

Aunque la cabeza del cachalote suele flotar, en este caso estaba casi vacía de aceite, lo que la hizo hundirse lentamente. La rápida acción de Queequeg salvó a Tashtego de una muerte peculiar: ahogado en aceite de ballena, un final que Ismael compara irónicamente con la dulce muerte de un apicultor que murió ahogado en miel.

Capítulo 79: La dehesa

Ismael reflexiona sobre la imposibilidad de aplicar la fisiognomía (estudio del carácter por los rasgos faciales) y la frenología (interpretación de la personalidad según la forma del cráneo) al cachalote, ya que su enorme cabeza carece de rasgos distintivos como una nariz prominente. Aun así, compara la frente del leviatán con la de figuras majestuosas como elefantes o toros, destacando su expresión de poder y solemnidad. La frente del cachalote, vista de frente, parece un "firmamento de enigmas" que inspira temor, mientras que de perfil muestra una depresión que en humanos se asociaría con genialidad.

Aunque el cachalote no demuestra su inteligencia con obras humanas como libros o discursos, su grandeza radica en su silencio imponente. Ismael sugiere que, de haber sido conocido en culturas antiguas, habría sido divinizado como el cocodrilo (adorado por carecer de lengua), ya que el cachalote también tiene una lengua diminuta. Concluye que, así como nadie puede descifrar completamente el rostro humano, menos aún se puede interpretar el "caldeo terrible" de la frente del cachalote, invitando al lector a intentarlo por sí mismo.

Capítulo 80: El núcleo

El cachalote, desde una perspectiva frenológica, presenta un enigma: su enorme cráneo (de unos 6 metros de largo) alberga un cerebro sorprendentemente pequeño, escondido detrás de masivas estructuras de grasa y aceite de esperma que muchos balleneros confunden con su verdadero cerebro. Aunque su cráneo, visto desde atrás, se asemeja al humano en forma, su tamaño desproporcionado y la falta de rasgos frenológicos evidentes lo hacen engañoso. Ismael sugiere que, si se examina su columna vertebral cuyas vértebras amplias y su médula espinal voluminosa podrían compensar la pequeñez de su cerebro, se podría entender mejor su carácter indomable.

La joroba del cachalote, que se alza sobre una vértebra prominente, simboliza su firmeza y resistencia inquebrantable. Ismael propone que la médula espinal, extendida y poderosa, revela más sobre su naturaleza que el cerebro mismo, desafiando así las limitaciones de la frenología tradicional. El capítulo subraya la inutilidad de aplicar categorías humanas a una criatura cuya potencia y misterio trascienden toda medición convencional.

Capítulo 81: El Pequod encuentra al Virgen

El Pequod se encuentra con el barco alemán Jungfrau (Virgen), cuyo capitán, Derick De Deer, se acerca pidiendo aceite prestado, ya que no ha cazado ninguna ballena. Mientras Ahab lo ignora, los marineros del Pequod se burlan de su alcuza vacía. De pronto, se avistan ballenas, y ambos barcos lanzan sus lanchas. Las embarcaciones del Jungfrau toman ventaja, pero persiguen a un cachalote viejo y enfermo, mientras las del Pequod se enfocan en una manada más rápida.

Las lanchas del Pequod superan a las alemanas, y los arponeros (Queequeg, Tashtego y Daggoo) clavan sus arpones en la ballena. El animal, agonizante, lucha furiosamente, hundiéndose y emergiendo en un mar teñido de sangre. Finalmente muere, pero su cuerpo comienza a hundirse, amenazando con arrastrar al Pequod. Starbuck ordena cortar las amarras, y Queequeg libera al barco con un hacha. Mientras tanto, el Jungfrau persigue inútilmente a una ballena de aleta dorsal, confundiéndola con un cachalote. Ismael reflexiona irónicamente sobre los muchos "Dericks" que persiguen imposibles.

Capítulo 82: El honor y la gloria de la caza de la ballena

Ismael defiende la nobleza ancestral de la caza de ballenas, vinculándola con figuras mitológicas e históricas. Comienza con Perseo, quien salvó a Andrómeda matando a un leviatán, y continúa con San Jorge, argumentando que su dragón podría haber sido una ballena, basándose en referencias bíblicas que equiparan dragones marinos con cetáceos. Incluso reclama a Hércules para la "cofradía ballenera", pues fue tragado y expulsado por una ballena, aunque admite que su caso es más ambiguo.

La reflexión culmina con Visnú, dios hindú que, en su encarnación como ballena, recuperó los Vedas del fondo del océano. Ismael celebra esta tradición gloriosa, preguntándose qué otro gremio puede presumir de semejante linaje divino y heroico. La caza de ballenas, lejos de ser un oficio vulgar, se presenta así como una empresa con raíces sagradas y épicas.

Capítulo 83: Jonás, considerado históricamente

El capítulo examina las dudas sobre la historia bíblica de Jonás y la ballena, particularmente las objeciones de un viejo ballenero de Sag-Harbour. Este cuestiona detalles como el tamaño de la garganta de la ballena o la lógica del viaje de Jonás desde el Mediterráneo hasta Nínive en solo tres días. Sin embargo, Ismael rebate cada objeción: algunos teólogos sugieren que Jonás se refugió en la boca del animal (no en su estómago), mientras otros proponen que la "ballena" podría haber sido un barco con ese nombre o incluso un salvavidas.

Ismael ridiculiza el escepticismo del ballenero, señalando que incluso autoridades religiosas como un sacerdote portugués defendieron la posibilidad del milagro, argumentando que Jonás pudo rodear África. Además, destaca que culturas como la turca veneran la historia como verdad sagrada, llegando a construir mezquitas en honor de Jonás. El relato, concluye, trasciende la lógica mundana y pertenece al ámbito de lo divino.

Capítulo 84: El marcado

El capítulo describe la técnica del "marcado", una habilidad crucial en la caza de ballenas que consiste en lanzar con precisión una larga lanza desde una lancha en movimiento. Stubb, conocido por su sangre fría y destreza, demuestra esta técnica cuando persiguen a una ballena que huye a gran velocidad. Tras fallar en acercarse lo suficiente para usar el arpón, Stubb equilibra la lanza de 3.6 metros, apunta con calma y la lanza con un movimiento perfecto, alcanzando un punto vital del animal. La ballena, herida, sangra profusamente mientras Stubb bromea con su tripulación, comparando el chorro de sangre con vino derramado en una celebración.

La escena culmina con la ballena agonizando, permitiendo que la lancha se acerque. Stubb, ahora sereno, observa cómo el monstruo muere, mostrando tanto la brutalidad como la maestría técnica requerida en la caza. Ismael destaca este momento como un ejemplo de la combinación única de fuerza, precisión y humor macabro que define a los balleneros experimentados.

Capítulo 85: La fuente

El capítulo explora el misterio del chorro de la ballena, cuestionando si es vapor o agua. Ismael analiza la anatomía del cachalote, destacando que respira solo por el espiráculo en su cabeza, sin branquias, y almacena aire en un laberinto de conductos sanguíneos que le permiten permanecer sumergido por largos períodos. El chorro, expulsado al emerger, podría ser vapor exhalado o agua acumulada, pero su naturaleza exacta sigue siendo un enigma. Ismael advierte de investigarlo demasiado cerca, ya que el contacto con el chorro puede causar irritación e incluso ceguera, según testimonios de balleneros.

La reflexión culmina con una comparación poética: así como de las cabezas de pensadores profundos emana un "vapor semivisible" de ideas, el chorro del cachalote, a veces coronado por un arcoíris, simboliza su grandeza inescrutable.

Capítulo 86: La cola

El capítulo explica la cola del cachalote, un órgano de extraordinaria potencia y belleza. A diferencia de otros poetas que ensalzan atributos más etéreos, el narrador se enfoca en la cola, describiendo su estructura imponente: una masa muscular de más de 15.2 metros cuadrados, con capas de fibras entrelazadas que le otorgan una fuerza incomparable. Esta fuerza no compromete su gracia, ya que sus movimientos combinan elegancia y poder, evocando la armonía entre lo sublime y lo terrible. Comparaciones con el Hércules esculpido y el pecho de Goethe refuerzan la idea de que la verdadera belleza nace de la fuerza.

La cola realiza cinco movimientos principales: propulsión, combate, barrido, azote y elevación. Cada uno demuestra su versatilidad, desde impulsar al leviatán con violencia hasta gestos de sorprendente delicadeza, como barrer la superficie del mar con suavidad. Su capacidad destructiva se contrasta con su elegancia, incluso en actos como golpear lanchas o levantarse majestuosamente antes de sumergirse, un espectáculo que rivaliza con las visiones más grandiosas de la naturaleza. A pesar de los intentos por comprenderla, la cola, así como el propio cachalote, sigue siendo un enigma.

Capítulo 87: La gran armada

El Pequod se acerca al estrecho de la Sonda, entre Sumatra y Java (al noroeste de Australia, sur de Malasia), una ruta clave para el comercio oriental y frecuentada por piratas malayos que exigen tributo a los navegantes. Ahab planea cruzar hacia el mar de Java y luego hacia Japón, siguiendo las zonas balleneras en su búsqueda de Moby Dick. A diferencia de otros barcos cargados de mercancías, el Pequod solo lleva lo esencial, incluyendo agua potable almacenada desde Nantucket, lo que le permite navegar largos periodos sin tocar tierra.

Pronto, la tripulación avista una inmensa manada de cachalotes, un espectáculo majestuoso que forma un semicírculo de chorros en el horizonte. Sin embargo, la persecución se complica cuando los balleneros se adentran en el caótico núcleo de la manada, donde las ballenas, aterradas, nadan en desorden. La lancha de Starbuck y Queequeg queda atrapada entre los leviatanes, pero logran escapar gracias a la pericia de los arponeros. Mientras tanto, en el centro de la agitación, descubren un remanso de calma donde ballenas jóvenes y madres interactúan con curiosidad, mostrando una inocencia contrastante con el frenesí exterior. Finalmente, la manada huye en masa, dejando pocas presas capturadas, demostrando el viejo dicho ballenero: "a más ballenas, menos pesca".

Capítulo 88: Escuelas y maestros

Este capítulo explora las distintas agrupaciones de cachalotes, conocidas como "escuelas". Las más comunes son las compuestas casi exclusivamente por hembras, acompañadas por un macho dominante, llamado "maestro", que actúa como protector del harén. Este "gran turco" es notable por su tamaño y ferocidad, defendiendo a sus hembras de cualquier intruso con una violencia que a menudo deja cicatrices en sus rivales. Sin embargo, a pesar de su vigilancia, no puede evitar que otros machos más jóvenes se apareen con sus hembras, lo que lleva a brutales enfrentamientos. Con el tiempo, estos machos dominantes, ya ancianos y cansados, abandonan su harén y vagan por los océanos, convertidos en ejemplares melancólicos y solitarios.

Por otro lado, existen las "escuelas" de machos jóvenes, conocidos como "toros de cuarenta barriles", que contrastan fuertemente con los grupos de hembras. Estos jóvenes cachalotes son inquietos, agresivos y propensos a peleas, comportándose como una turba de muchachos revoltosos. Sin embargo, a diferencia de las hembras, que muestran solidaridad cuando una de ellas es herida, los machos abandonan rápidamente a cualquier compañero que resulte herido. Con el tiempo, estos toros jóvenes se dispersan en busca de sus propios harenes, dejando atrás su etapa de indisciplina juvenil.

Capítulo 89: Pez sujeto y pez libre

Este capítulo explora las leyes no escritas pero universalmente reconocidas de la pesca ballenera, centrándose en el concepto de "pez sujeto" (una ballena marcada o conectada a un barco) y "pez libre" (una ballena sin dueño, válida para quien la capture). Melville ilustra estas normas con un caso legal inglés en el que dos barcos disputaron la propiedad de una ballena: los primeros la arponearon pero la perdieron, mientras que los segundos la mataron y reclamaron. El fallo judicial, citando principios similares a los del adulterio (donde un abandono convierte a la esposa en "libre"), otorgó la ballena a los segundos cazadores, estableciendo que la posesión final determina el derecho.

Más allá de la ballenería, Melville satiriza cómo estos principios se aplican a la sociedad humana: la explotación de esclavos, la usura, el colonialismo y el poder eclesiástico son ejemplos de "pez sujeto", donde la posesión —justa o injusta— se impone como ley suprema. Incluso naciones enteras, como América para Colón o Irlanda para Inglaterra, son tratadas como "peces libres" conquistados. La reflexión final cuestiona la naturaleza misma de la libertad y la propiedad: si hasta las ideas y el planeta son "peces libres", ¿qué implica esto para la autonomía del individuo? Una crítica mordaz a la moral arbitraria detrás de todo sistema de poder.

Capítulo 90: Cabezas o colas

Este capítulo expone una curiosa ley inglesa que otorga al rey la cabeza de cualquier ballena capturada en sus costas y a la reina la cola, sin dejar nada para los balleneros. Melville ilustra esta norma con un caso reciente: unos marineros de los Cinco Puertos, tras arriesgar sus vidas para cazar una ballena, vieron cómo el Lord Guardián (un funcionario real) confiscó su presa en nombre del duque de Wellington, alegando derechos históricos. A pesar de las protestas de los pescadores —incluso las de un clérigo compasivo—, el duque se quedó con el dinero, demostrando la implacable avaricia disfrazada de tradición legal.

La justificación de esta ley, según el jurista medieval Bracton y otros comentaristas, radica en la "excelencia superior" de la monarquía. William Prynne, un abogado del siglo XVII, llegó a argumentar absurdamente que la reina necesitaba los huesos de ballena para un corsés (aunque estos se extraen de la cabeza, no de la cola). Melville ironiza sobre el simbolismo arbitrario detrás de estas divisiones, comparándolas con otros "peces reales" como el esturión, cuya cabeza también se reserva al rey. El capítulo es una sátira mordaz sobre el abuso de poder, donde la ley, en lugar de proteger a los trabajadores, sirve para enriquecer a una élite que justifica su codicia con argumentos ridículos y anacrónicos.

Capítulo 91: El Pequod se encuentra con el Capullo de Rosa

El Pequod se topa con un barco francés llamado Capullo de Rosa, que tiene amarradas dos ballenas muertas en descomposición. El hedor es insoportable, y Stubb se burla de los franceses por intentar sacar aceite de ballenas podridas, lo cual es inútil. Sin embargo, sospecha que una de las ballenas podría contener ámbar gris, una sustancia valiosa.

Stubb engaña al capitán francés, haciéndole creer que las ballenas son peligrosas y que deben soltarlas. Luego, aprovecha la situación para cortar el cuerpo de una de ellas y extraer el preciado ámbar gris. Mientras lo hace, el olor es tan fuerte que los marineros del Capullo de Rosa apenas pueden soportarlo. Finalmente, Stubb regresa al Pequod con su botín, burlándose de la incompetencia de los franceses.

Capítulo 92: Ámbar gris

El ámbar gris es una sustancia rara y valiosa, usada en perfumería y otros productos refinados. Aunque su origen era un misterio, se sabe que proviene de los intestinos de cachalotes enfermos. A diferencia del ámbar común, es blando, ceroso y muy aromático. Curiosamente, algo tan preciado se encuentra en medio de la podredumbre de una ballena muerta, lo que hace pensar en cómo cosas valiosas pueden surgir de lo desagradable.

Algunos creen que el ámbar gris se forma por la indigestión de las ballenas, y dentro de él a veces se encuentran restos de huesos de pulpo. Aunque se podría pensar que todas las ballenas huelen mal, en realidad no es así. La mala fama viene de los balleneros de Groenlandia, que transportaban la grasa sin procesar, lo que generaba un olor fuerte. En cambio, los balleneros del Pacífico destilan el aceite en el mar, evitando ese problema. Un cachalote vivo, de hecho, no huele mal, y hasta puede decirse que su movimiento en el agua deja un aroma agradable, como el perfume de una dama.

Capítulo 93: El náufrago

Pip, un joven marinero de piel oscura del Pequod, es asignado como remero en una de las lanchas balleneras, a pesar de su miedo. Durante la caza de una ballena, el pánico lo hace saltar por la borda, enredándose en la cuerda del arpón. Tashtego, otro marinero, le pregunta a Stubb si lo salvaba y este ordena que corte la cuerda, salvando a Pip. Furioso, Stubb advierte a Pip que si vuelve a saltar, no lo rescatarán.

Días después, Pip salta de nuevo al mar por miedo, y esta vez Stubb cumple su amenaza: lo deja atrás mientras persiguen a la ballena. Pip queda solo en el océano, aterrorizado por la inmensidad del mar. Aunque finalmente es rescatado por el Pequod, la experiencia lo deja trastornado. A partir de entonces, vaga por el barco como un loco, hablando de visiones extrañas y profundidades marinas, mientras los demás marineros lo consideran perdido para siempre.

Capítulo 94: Un apretón de manos

El capítulo describe el procesamiento de la ballena cazada por Stubb. Después de izarla al costado del Pequod, los marineros extraen el aceite de esperma, que se ha enfriado y cristalizado en grumos. Ismael y otros tripulantes se sientan alrededor de una gran bañera para aplastar esos grumos y convertirlos nuevamente en líquido. La tarea es extrañamente placentera: el aceite es suave y aromático, y hace que Ismael se sienta relajado y feliz, incluso olvidando por un momento la peligrosa misión de la tripulación. En su entusiasmo, comienza a apretar las manos de sus compañeros como si fueran grumos de aceite, sintiendo una extraña sensación de camaradería y paz.

Luego, el capítulo menciona otras partes de la ballena que se aprovechan, como el "caballo-blanco" (tejido duro pero aceitoso), el "pastel de ciruelas" (trozos de carne grasosa y sabrosa) y el "slobgollion" (una sustancia fibrosa que queda en los barriles). También se describe el peligroso trabajo en el cuarto de la grasa, donde los marineros cortan y procesan la grasa con herramientas afiladas, arriesgándose a sufrir accidentes por la cubierta resbaladiza.

Capítulo 95: La sotana

En este capítulo, se describe un objeto misterioso a bordo del Pequod: un gran cono negro, más alto que un hombre, que parece un ídolo antiguo. Los marineros lo llaman dissimus y lo comparan con las figuras sagradas de otras culturas. El trinchador, un marinero encargado de cortar la grasa de la ballena, lo recoge con ayuda de otros dos hombres y lo lleva como si fuera un cuerpo sin vida. Luego, lo estira, lo voltea y lo corta para convertirlo en una especie de túnica negra que se pone para protegerse mientras trabaja.

Vestido con esta extraña prenda, el trinchador se coloca frente a un caballete y corta trozos de grasa que caen rápidamente en un barril, como hojas de papel. Su apariencia solemne, casi religiosa, hace que Ismael lo compare con un obispo o incluso con el Papa, por la manera en que realiza su tarea con seriedad y precisión.

Capítulo 96: La destilería

El Pequod tiene una estructura única: una destilería de ladrillos y mortero construida en cubierta, entre los mástiles, donde se procesa la grasa de ballena. Dos grandes marmitas de hierro, pulidas hasta brillar, sirven para derretir la grasa, y los marineros a veces incluso duermen dentro de ellas cuando están limpias. Por la noche, Stubb ordena encender los hornos, que al principio usan leña, pero luego se alimentan con los restos grasosos de la ballena, que arden con un humo espeso y pestilente. El barco se convierte en una escena infernal, iluminado por las llamas que salen de los hornos, mientras los arponeros, cubiertos de sudor y hollín, trabajan como demonios en medio del humo y el calor.

Mientras el barco avanza en la oscuridad, Ismael, al timón, cae en un extraño trance. En un momento de confusión, se da cuenta de que está mirando hacia popa en lugar de hacia proa, desorientado por el resplandor del fuego. Logra corregir el rumbo a tiempo, pero la experiencia lo hace reflexionar sobre los peligros de dejarse engañar por las apariencias. Advierte que el fuego puede distorsionar la realidad y que, aunque el sol revela la verdad al día siguiente, el mundo sigue lleno de oscuridad y sufrimiento. Termina recordando las palabras de Salomón: "Todo es vanidad", sugiriendo que la sabiduría a menudo viene acompañada de dolor, pero que hay que evitar caer en la desesperación absoluta.

Capítulo 97: La lámpara

En el castillo de proa del Pequod, donde duermen los marineros, el ambiente contrasta con la oscuridad habitual de los barcos mercantes. Gracias a la abundancia de aceite de ballena, el lugar está iluminado por numerosas lámparas que brillan sobre los marineros, como si estuvieran en una capilla llena de luz. Mientras que en otros barcos los tripulantes viven en penumbra, los balleneros disfrutan de una claridad constante, usando incluso botellas y recipientes viejos como lámparas.

El aceite que usan es puro y fresco, obtenido directamente de la ballena, con un aroma dulce y natural. Los marineros lo recogen con cuidado, asegurándose de su calidad, como un cazador que busca su alimento. Esta abundancia de luz les permite estar con más comodidad, convirtiendo su espacio en un refugio brillante incluso en las noches más oscuras.

Capítulo 98: Estiba y limpieza

Después de extraer y procesar el aceite de la ballena, llega el momento de almacenarlo en barriles y bajarlo a la sentina (bodega inferior) del barco. Los toneles, aún calientes, se llenan con el aceite y se sellan, mientras los marineros trabajan frenéticamente para evitar que rueden por la cubierta resbaladiza. Una vez terminado, los barriles se guardan bajo cubierta, y el Pequod se transforma: de un barco manchado de sangre y grasa, pasa a estar impecable. El aceite de esperma tiene propiedades limpiadoras, y los marineros restriegan cada rincón hasta dejarlo reluciente, como si fuera un buque mercante elegante. Incluso ellos mismos se lavan y cambian de ropa, sintiéndose renovados.

Pero la tranquilidad no dura. Mientras algunos marineros sueñan con comodidades como alfombras y cortinas, los vigías en las cofas siguen alerta. Pronto llega el grito de «¡Ahí sopla!», y todo vuelve a empezar: la caza, el trabajo agotador y la nueva mancha de grasa en el barco limpio. Ismael reflexiona sobre este ciclo interminable, comparándolo con la vida misma: apenas el hombre logra orden y limpieza, aparece un nuevo desafío que lo devuelve al caos. Termina con una referencia irónica a Pitágoras y la metempsicosis (la transmigración de las almas), como si este ciclo de esfuerzo y renovación fuera una especie de reencarnación constante.

Capítulo 99: El doblón

El doblón de oro clavado en el mástil del Pequod atrae la atención de todos. Ahab lo observa con obsesión, interpretando los símbolos grabados en él —volcanes, un gallo, el zodiaco— como señales de su destino. Para él, la moneda refleja su propia lucha: el sol entrando en Libra (equinoccio de tormentas) simboliza una vida de dolor. Starbuck, más sombrío, ve en las montañas de la moneda un valle de muerte bajo la mirada de Dios, pero teme que la verdad sea demasiado dura. Stubb, en cambio, lo toma a broma: compara el zodiaco con las etapas de la vida, desde el deseo (Aries) hasta la muerte (Piscis), y se ríe de la obsesión de los demás.

Flask solo ve el valor material del doblón (calcula cuántos cigarros podría comprar), mientras Queequeg lo confunde con un botón decorativo. Fedallah, el misterioso arponero, lo adora como un símbolo del sol. Pip, el grumete enloquecido, murmura frases sin sentido, como si la moneda lo hipnotizara. Cada tripulante proyecta en el doblón sus miedos, ambiciones o locuras, convirtiéndolo en un espejo de sus almas.

Capítulo 100: Pierna y brazo. El Pequod, de Nantucket, encuentra al Samuel Enderby, de Londres

El Pequod se cruza con el ballenero inglés Samuel Enderby, cuyo capitán, Boomer, tiene un brazo de marfil en lugar del que perdió. Ahab, emocionado, pregunta si ha visto a Moby Dick, y Boomer confirma que sí: fue la ballena blanca quien le arrancó el brazo. Relata cómo, al intentar cazarla, su lancha fue destrozada por la cola del animal, y un arpón mal lanzado le cercenó el miembro. Ahab, reconociendo en Boomer a otro mutilado por el mismo enemigo, se obsesiona con los detalles, pero el inglés, a diferencia de él, no busca venganza: "Mejor es dejarla sola", dice. El médico del barco, Bunger, bromea sobre la imposibilidad de que una ballena digiera un brazo humano, pero Ahab, impaciente, solo quiere saber la última dirección de Moby Dick.

Cuando Boomer menciona que la ballena iba hacia el este, Ahab, en un arranque de furia, rechaza cualquier ayuda médica y regresa al Pequod sin despedirse. Su obsesión contrasta con la actitud resignada del capitán inglés, quien prefiere evitar otro encuentro con el monstruo. La escena subraya la locura de Ahab: mientras otros aceptan los peligros del mar, él solo ve una misión de venganza, incluso ante la evidencia de que perseguir a Moby Dick es una sentencia de muerte.

Capítulo 101: El frasco

El capítulo cuenta la historia de la famosa compañía ballenera inglesa Enderby & Hijos, fundada por Samuel Enderby. Fueron pioneros en la caza de cachalotes en el Pacífico y otras aguas lejanas. Ismael recuerda con humor una borrachera épica a bordo del barco Samuel Enderby, donde los marineros bebieron tanto flip (una bebida alcohólica) que casi se caen del mástil durante una tormenta. También describe la abundante pero misteriosa comida del barco, como unas albóndigas tan duras que parecían bolas de billar.

Luego, Ismael explica que esta tradición de comer y beber bien viene de los balleneros holandeses, quienes llevaban enormes cantidades de provisiones: toneladas de carne, queso, cerveza y ginebra para sus tripulaciones. Aunque en los fríos mares del norte esto ayudaba a soportar el clima, en aguas cálidas como las del Ecuador, tanta cerveza solo haría que los arponeros se durmieran en sus puestos. El capítulo termina con una idea simple: si no puedes sacar riquezas del mar, al menos disfruta de una buena comida y bebida.

Capítulo 102: Una glorieta entre los arsácidas

Ismael cuenta cómo tuvo la oportunidad de estudiar el esqueleto de un cachalote cuando visitó al rey Tranquo de la isla de Tranque. Los nativos habían encontrado una ballena varada y construyeron un templo con sus huesos: las costillas decoradas con trofeos, la cabeza convertida en altar con humo aromático saliendo como si fuera el chorro del animal, y la enorme mandíbula colgando como advertencia. Mientras la vegetación tropical crecía alrededor del esqueleto, daba la impresión de que la vida y la muerte estaban entrelazadas.

A pesar de la superstición de los sacerdotes, que consideraban sagrado al esqueleto, Ismael logró medirlo con ayuda de una vara. Compara este esqueleto con otros famosos, como el de un museo en Inglaterra y otro en Estados Unidos, destacando lo raro que es examinar un cachalote completo. Incluso menciona que se tatuó las medidas en su brazo para no olvidarlas.

Capítulo 103: Medidas del esqueleto del cachalote

Ismael detalla las impresionantes medidas del esqueleto de cachalote que estudió en la isla de Tranque. En vida, este leviatán medía unos 90 pies de largo (27 metros) y pesaba al menos 90 toneladas. Su esqueleto, sin embargo, solo alcanzaba 62 pies (19 metros), pues los huesos de las ballenas pierden un quinto de su longitud al descomponerse la carne. El cráneo y la mandíbula ocupaban 20 pies (6 metros), mientras que la columna vertebral se extendía 50 pies (15 metros) con más de 40 vértebras, algunas tan grandes como bloques de construcción y otras tan pequeñas como canicas.

Las costillas, diez por lado, formaban un arco imponente: la central medía 8 pies (2.4 metros) y servía incluso como puente para los nativos. Pero Ismael advierte que el esqueleto no hace justicia al animal vivo: donde solo se ven huesos, antes había capas de músculo, grasa y órganos. La cola poderosa, sin huesos, ahora es un vacío. Reflexiona que entender a la ballena solo por su esqueleto es como juzgar un barco por su quilla desnuda: para conocer su verdadera magnitud, hay que verla en el océano, con su fuerza y peligro intactos.

Capítulo 104: La ballena fósil

Ismael explora la historia antigua de las ballenas a través de sus restos fósiles. Explica que los huesos de ballenas prehistóricas se han encontrado en varios lugares del mundo, como los Alpes, Inglaterra y Alabama. El hallazgo más impresionante fue un esqueleto casi completo en Alabama, que inicialmente se confundió con un reptil gigante hasta que científicos descubrieron que era una especie extinta de ballena.

El narrador reflexiona sobre la increíble antigüedad de estos animales, que existían mucho antes que los humanos. Incluso menciona representaciones de ballenas en antiguos templos egipcios y una curiosa historia sobre un templo africano construido con huesos de ballena. Ismael concluye que la ballena ha sido un ser poderoso desde los tiempos más remotos, sobreviviendo a través de las eras como un testigo silencioso de la historia del planeta.

Capítulo 105: ¿Disminuye el tamaño de la ballena? ¿Va a desaparecer?

Ismael investiga si las ballenas actuales son más pequeñas que sus antepasados prehistóricos y si están en peligro de extinción. Contrario a lo que algunos creen, las ballenas modernas son igual de grandes o incluso más que las fósiles encontradas, con registros de cachalotes de casi 30 metros. Aunque antiguos relatos exageraban su tamaño (¡hasta 240 metros!), los balleneros saben que estas historias son fantasiosas.

Sobre su posible extinción, Ismael compara la caza de ballenas con la matanza de búfalos en América, pero señala diferencias clave: las ballenas son más difíciles de cazar y tienen vastos refugios en los polos, donde el hielo las protege. Además, su longevidad (viven más de 100 años) y la inmensidad de los océanos hacen improbable su desaparición. Concluye que, aunque individuos mueran, la especie sobrevivirá, como ha hecho desde antes de los continentes, desafiando incluso futuros diluvios.

Capítulo 106: La pierna de Ahab

Durante su precipitada salida del Samuel Enderby, Ahab golpeó con tanta fuerza su pierna de marfil contra la lancha que quedó medio astillada. Aunque parecía intacta, ya no confiaba en su resistencia. No era la primera vez: antes de zarpar, la prótesis se había desplazado violentamente, hiriéndole casi en la ingle, lo que reforzó su creencia de que la desgracia engendra más desgracia.

Ahab, obsesionado, veía en este dolor un símbolo de que hasta los dioses sufren, y recordó un período oscuro antes del viaje cuando se aisló por razones misteriosas que sus allegados callaron por respeto (o miedo). Ahora, decidido a actuar, llamó al carpintero del barco para que le fabricara una nueva pierna con los mejores trozos de marfil de mandíbula de cachalote acumulados en el viaje, ordenando que estuviera lista esa misma noche. Incluso mandó instalar la forja del barco para crear los refuerzos de hierro necesarios, mostrando su urgencia por seguir persiguiendo a Moby Dick sin impedimentos.

Capítulo 107: El carpintero

El carpintero del Pequod es un hombre práctico y versátil, capaz de resolver cualquier problema mecánico en el barco. Su banco de trabajo, lleno de herramientas, es su reino: desde reparar lanchas hasta tallar jaulas para pájaros o sacar muelas a los marineros. Aunque parece no tener profundidad emocional ni pensamientos complejos, su habilidad es asombrosa: actúa por instinto mecánico, como una navaja suiza humana, siempre útil pero sin reflexionar.

A pesar de su aparente simpleza, hay algo enigmático en él. Habla solo para mantenerse alerta, como si su cuerpo fuera solo una cáscara que alberga un misterioso "algo" que lo mantiene funcionando. No piensa como los demás; su inteligencia parece haberse trasladado a sus manos. Es un personaje extraño pero indispensable, tan práctico como impersonal, reflejando la indiferencia del mundo hacia los dramas humanos mientras sigue cumpliendo su rol sin cuestionamientos.

Capítulo 108: Ahab y el carpintero

Ahab visita al carpintero mientras este trabaja en su nueva pierna de marfil. El carpintero, estornudando por el polvo de hueso, bromea sobre lo extraño de trabajar con "huesos muertos". Ahab, en un monólogo caótico, mezcla órdenes prácticas con reflexiones filosóficas: habla de Prometeo, pide hombreras de acero e incluso fantasea con encargar un "hombre completo" artificial.

La conversación se vuelve más intensa cuando Ahab pregunta si el carpintero puede hacer que sienta su pierna perdida en la nueva prótesis. Hablan de la "sensación fantasma" de miembros amputados, lo que lleva a Ahab a especular sobre la existencia del alma y el infierno. Finalmente, Ahab exige que terminen la pierna en una hora y se marcha furioso, lamentando su dependencia de los demás. El carpintero, confundido pero pragmático, sigue trabajando mientras comenta para sí la rareza de Ahab y la ironía de que un hombre tan poderoso necesite una simple pierna de marfil.

Capítulo 109: Ahab y Starbuck en la cabina 

Al sacar el agua del barco, la tripulación del Pequod nota que sale aceite mezclado con el agua, lo que indica una fuga en los barriles de la bodega. Starbuck baja a informar a Ahab, quien está estudiando mapas de las islas japonesas, concentrado en su obsesión por Moby Dick. Ahab ignora el problema del aceite y se niega a detener el barco para repararlo, argumentando que no pueden perder tiempo cuando están cerca de su objetivo. Starbuck insiste, advirtiendo que perderán más aceite del que podrían recuperar en un año, pero Ahab se enfurece y lo despide.

La discusión se intensifica cuando Starbuck cuestiona la responsabilidad de Ahab ante los dueños del barco. Ahab, enojado, lo amenaza con un mosquete y le grita que él es el único capitán del Pequod. Aunque Starbuck se controla y le pide a Ahab que reflexione, finalmente obedece y se retira. Sorprendentemente, Ahab cambia de opinión y ordena reparar los barriles, aunque no queda claro si lo hace por respeto a Starbuck o por conveniencia.

Capítulo 110: Queequeg en su ataúd

Queequeg cae gravemente enfermo, con una fiebre que lo debilita tanto que parece estar al borde de la muerte. Los marineros creen que no sobrevivirá, y él mismo, aceptando su destino, pide que le construyan un ataúd siguiendo la tradición de su pueblo: una canoa de madera oscura, similar a las que usan en Nantucket para enterrar a los balleneros. El carpintero cumple su deseo y fabrica el ataúd, donde Queequeg prueba cómo sería su descanso final, colocando dentro su arpón, provisiones y su pequeño ídolo, Yojo. Sin embargo, de manera sorprendente, Queequeg mejora repentinamente, diciendo que recordó un asunto pendiente en tierra y decidió no morir todavía.

Tras recuperarse, Queequeg usa el ataúd como un cofre para guardar sus pertenencias y pasa horas tallando diseños en la madera, imitando los tatuajes de su cuerpo. Estos tatuajes, hechos por un profeta de su isla, contenían símbolos misteriosos que nadie, ni siquiera él, podía descifrar. Ahab, al verlo, hace un comentario sobre el sufrimiento de no poder entender esos secretos, comparándolo con el tormento de Tántalo. Mientras tanto, Pip, el grumete, habla con locura sobre la muerte y el coraje, contrastando su propio miedo con la valentía de Queequeg. Finalmente, el arponero se recupera por completo y vuelve a estar listo para la caza de ballenas.

Capítulo 111: El Pacífico

Al llegar al vasto océano Pacífico, Ismael reflexiona sobre la belleza y el misterio de este mar, cuyas aguas tranquilas pero profundas parecen ocultar un alma escondida, como si en su fondo descansaran sueños y vidas pasadas. Este océano, el más grande del mundo, conecta continentes y culturas, desde las nuevas ciudades de California hasta las antiguas costas de Asia, rodeado de innumerables islas desconocidas. Sin embargo, mientras Ismael se maravilla ante su grandeza, el capitán Ahab permanece obsesionado con Moby Dick, respirando el aire salado con determinación, convencido de que la ballena blanca está cerca y jurando venganza incluso en sus sueños.

Capítulo 112: El herrero

Perth, el viejo herrero del Pequod, trabaja en cubierta reparando armas y herramientas para los balleneros, golpeando con paciencia su martillo como si cada impacto fuera el latido de su propio corazón. Los marineros, intrigados por su cojera, descubren su trágica historia: una vez fue un hombre próspero, con familia y hogar, hasta que el alcohol lo arruinó, destruyendo su matrimonio, su negocio y llevándose a sus seres queridos. Reducido a la miseria y la soledad, Perth encontró en el mar un escape a su sufrimiento, uniéndose a la tripulación ballenera para huir de una vida que ya no tenía sentido, aunque el océano, con sus peligros y misterios, le ofrecía una muerte lenta en lugar de una liberación rápida.

Capítulo 113: La forja

El capitán Ahab lleva al herrero Perth una bolsa con trozos de clavos de herradura de caballos de carrera y le ordena forjar un arpón indestructible para Moby Dick. Mientras trabajan, Ahab, obsesionado, pregunta si Perth puede "alisar grietas" como las de su propia frente surcada, sugiriendo que su tormento interno es imposible de reparar. Luego, en lugar de templar el arpón en agua, Ahab exige que se endurezca con la sangre de los arponeros paganos (Tashtego, Queequeg y Daggoo), bautizando el arma en nombre del diablo en un ritual macabro.

Una vez terminado, Ahab asegura el arpón a un asta de madera con un cabo tensado como una cuerda de arpa, dejando claro que esta arma está destinada únicamente para su venganza. Mientras se aleja, el sonido de su pierna de marfil y el arpón golpeando la cubierta contrastan con la risa perturbadora de Pip, cuyo comportamiento inquietante parece burlarse de la obsesión trágica de Ahab.

Capítulo 114: El dorador

Mientras el Pequod navega por las aguas del Japón en busca de ballenas, la tripulación experimenta momentos de paz bajo el sol, remando en lanchas sobre un mar tranquilo que parece tan sereno como un campo de flores, olvidando temporalmente el peligro que esconde el océano. Ahab, aunque brevemente afectado por esta calma, sigue obsesionado con su venganza. Mientras tanto, Starbuck reflexiona sobre la belleza del mar, prefiriendo creer en su bondad antes que en sus amenazas, y Stubb, siempre alegre, celebra la vida en medio del resplandor dorado de las olas.

Capítulo 115: El Pequod encuentra al Soltero

El Pequod se topa con el Soltero, un barco ballenero de Nantucket que celebra haber completado con éxito su viaje, lleno hasta los topes de aceite de ballena. Su cubierta está abarrotada de barriles, y la tripulación festeja con música, bailes y alegría, incluso usando partes de ballenas como decoración. El capitán del Soltero, eufórico, invita a Ahab a unirse a la celebración, pero Ahab, obsesionado con Moby Dick, solo le pregunta si ha visto a la ballena blanca.

El capitán del Soltero responde que no cree en su existencia y sigue festejando, mientras Ahab, amargado, rechaza la invitación y ordena al Pequod continuar su rumbo. Los dos barcos se separan: uno lleno de alegría por volver a casa y el otro, sombrío, persiguiendo su venganza. Ahab observa al Soltero alejarse, reflexionando en silencio mientras sostiene un frasco con arena de Nantucket.

Capítulo 116: La ballena agonizante

Al día siguiente de encontrarse con el Soltero, el Pequod avista ballenas y logra cazar cuatro, una de ellas asesinada por el propio Ahab. Al caer la tarde, mientras el sol y la ballena moribunda se apagan juntos en un cielo rosado, Ahab observa cómo el cetáceo, en sus últimos momentos, gira su cabeza hacia el sol antes de expirar, un comportamiento común en los cachalotes agonizantes que le provoca una extraña mezcla de admiración y melancolía. Reflexiona sobre la devoción de la ballena por el sol, símbolo de vida, y cómo, una vez muerta, el mar la arrastra sin piedad, llevándolo a cuestionar la naturaleza contradictoria del universo: la fe en la luz y la inevitable sumisión a la oscuridad. Finalmente, Ahab, sintiéndose conectado tanto a la tierra como al mar, dirige un saludo melancólico a las olas, reconociéndolas como sus hermanas adoptivas.

Capítulo 117: La guardia a la ballena

De las cuatro ballenas cazadas el día anterior, tres fueron llevadas al Pequod al anochecer, pero la cuarta, la de Ahab, quedó a la deriva hasta el amanecer, marcada por un farol que iluminaba su lomo negro mientras la lancha de Ahab permanecía junto a ella toda la noche. Mientras los demás dormían, el arponero Parsi vigilaba a los tiburones que rondaban el cadáver, hasta que Ahab, despertando, entabló una conversación con él sobre sueños y presagios de muerte. El Parsi insistió en que Ahab no moriría hasta ver ciertas señales en el mar, incluyendo un coche fúnebre no hecho por manos humanas, y afirmó que solo el cáñamo (la horca) podría matarlo, lo que provocó una risa burlona de Ahab, quien se declaró "inmortal". Con el amanecer, la tripulación despertó y, antes del mediodía, la ballena muerta fue finalmente arrastrada junto al barco.

Capítulo 118: El cuadrante

A medida que el Pequod se acercaba al ecuador, Ahab realizaba sus observaciones diarias del sol con el cuadrante para determinar su posición. En un mar brillante y deslumbrante, usó los filtros del instrumento para medir el momento exacto en que el sol alcanzaba su punto más alto. Sin embargo, tras calcular su latitud, estalló en furia contra el cuadrante, maldiciéndolo como un objeto inútil que solo podía indicar su posición actual, pero no predecir el futuro. En un arrebato, lo arrojó al suelo y lo destrozó con su pie de marfil, despreciando la ciencia y cualquier herramienta que pretendiera elevar la mirada del hombre hacia lo divino. Mientras tanto, el Parsi, que había estado observando en silencio, se alejó con una expresión enigmática, y la tripulación, atemorizada por la ira de Ahab, se dispersó.

Capítulo 119: Las candelas

El Pequod se enfrenta a un violento tifón en los mares de Japón, con el cielo y el mar rugiendo entre relámpagos y truenos. La tripulación lucha por asegurar las lanchas, pero una ola gigante destroza la de Ahab, dejándola inutilizable. Mientras la tormenta arrecia, aparecen misteriosas llamas azules en los mástiles (un suceso meteorológico llamado fuego de San Telmo), un fenómeno que los marineros interpretan como señal de buen o mal augurio. Stubb, intentando mantener el ánimo, canta una canción burlona sobre la tormenta, pero Starbuck, más sombrío, ve en el viento una advertencia para abandonar la caza de Moby Dick y regresar a casa.

Ahab, en cambio, desafía la tormenta y las llamas, interpretándolas como un signo de su destino. En un arrebato místico, clama al "espíritu del fuego", declarando que, aunque el poder de la naturaleza pueda cegarlo o consumirlo, nunca lo someterá. Cuando el arpón de Ahab comienza a arder con la misma llama sobrenatural, Starbuck le suplica que abandone su obsesión, pero Ahab, en un gesto dramático, apaga el fuego con un soplo y jura que ningún marinero se rebelará. La tripulación, aterrada, retrocede ante su determinación feroz, sellando su suerte en la búsqueda de la ballena blanca.

Capítulo 120: La cubierta, hacia el final del primer cuarto de guardia de noche

Durante una violenta tormenta nocturna, Starbuck se acerca a Ahab para sugerirle que arreen la verga de gavia (bajar la vela), ya que el viento está dañando las velas y las amarras, pero Ahab, obstinado y desafiante, se niega rotundamente, ordenando que todo permanezca en su lugar y que simplemente se refuercen las ataduras. Starbuck, alarmado, insiste en que las anclas están cediendo y pregunta si deben izarlas, pero Ahab, en un arrebato de terquedad, compara la tempestad con el caos en su propia mente y se burla de la idea de ceder ante el peligro, declarando que solo los cobardes bajan las velas en medio de la tormenta. Finalmente, desoye los consejos prudentes de Starbuck, prefiriendo enfrentar el temporal con una actitud desafiante y casi temeraria.

Capítulo 121: Medianoche. Las almuradas del castillo de proa

Mientras refuerzan las amarras de las anclas bajo la lluvia torrencial, Stubb y Flask discuten sobre la seguridad del barco y la supuesta locura de Ahab. Stubb, con su habitual humor irreverente, bromea sobre la idea de que el Pequod sea tan peligroso como un barco cargado de pólvora, argumentando que la lluvia impide incluso que los fósforos se enciendan, y defiende a Ahab señalando que la mayoría de los barcos no llevan pararrayos, por lo que no están en mayor riesgo que otros. Flask, más escéptico, cuestiona la coherencia de Stubb, quien responde con chanzas sobre la incomodidad de estar empapado. La conversación, mezcla de filosofía marinera y humor absurdo, termina con Stubb quejándose del mal tiempo mientras su chaquetón es arrastrado por el viento.

Capítulo 122: Medianoche; arriba. Truenos y rayos

Simplemente comienzan muchos truenos.

Capítulo 123: El mosquete

Durante el tifón, el Pequod sufre violentos movimientos que hacen girar las brújulas sin control, pero tras amainar la tormenta, Starbuck y Stubb logran reemplazar las velas dañadas. Para sorpresa de todos, el viento cambia de dirección y se vuelve favorable, lo que alegra a la tripulación. Sin embargo, Starbuck, obligado a informar a Ahab, se detiene ante la cabina del capitán, donde ve un mosquete cargado —el mismo que Ahab una vez le apuntó— y, en un momento de crisis, considera usarlo para evitar que la obsesión de Ahab lleve a todos al desastre.

Mientras lucha internamente entre su moral y la desesperación, imaginando las consecuencias de asesinar a Ahab o dejarlo vivir, escucha al capitán delirar en sueños sobre Moby Dick. El mosquete tiembla en sus manos, pero finalmente, incapaz de cometer el acto, lo devuelve al armero y decide alejarse. Al encontrarse con Stubb, le pide que sea él quien informe a Ahab sobre el cambio del viento, evitando así enfrentarse de nuevo al capitán en su estado de conflicto.

Capítulo 124: La aguja

Al día siguiente, el Pequod navegaba con viento a favor mientras el sol brillaba intensamente en el cielo. El capitán Ahab, observando la posición del sol, notó algo extraño: aunque el barco parecía ir hacia el este, las brújulas marcaban lo contrario. Pronto descubrió que los rayos de una tormenta anterior habían invertido las agujas magnéticas, haciendo que apuntaran en dirección opuesta. Ahab, sin perder el control, ordenó ajustar el rumbo según la posición real del sol y calmó a la tripulación, asegurándoles que podía resolver el problema.

Para demostrar su dominio sobre la situación, Ahab fabricó una nueva brújula improvisada usando una aguja de acero y magnetizándola con un martillo y una vara de hierro. Tras colocarla en la bitácora, la aguja se alineó correctamente, confirmando que el sol estaba al este. La tripulación, impresionada, aceptó su solución, aunque algunos, como Starbuck, permanecieron inquietos. Ahab, triunfante, reafirmó su autoridad mientras el Pequod continuaba su viaje bajo su mando.

Capítulo 125: La corredera y el cordel

El Pequod casi nunca había usado la corredera (un instrumento para medir la velocidad del barco) durante su viaje, confiando en otros métodos. Sin embargo, después del incidente con las brújulas, Ahab ordenó lanzarla. Dos marineros, un tahitiano y un anciano de la Isla de Man, ayudaron, pero el cordel, viejo y desgastado, se rompió bajo la tensión, y la corredera se perdió en el mar. Ahab, sin inmutarse, mandó que se hiciera una nueva y que repararan el cordel, mostrando su determinación de seguir adelante a pesar de los problemas.

Mientras tanto, Pip, el joven grumete que antes había sufrido un trauma al caer al mar, apareció asustado y confundido. Ahab, inesperadamente compasivo, lo tomó bajo su protección, prometiendo cuidarlo y llevándolo a su cabina. Este gesto contrastaba con su usual dureza. Mientras tanto, el marinero de la Isla de Man, incrédulo ante la situación, murmuró sobre la necesidad de reemplazar el cordel y comentó sobre la extraña relación entre Ahab y Pip, viéndolos como dos hombres afectados de maneras opuestas: uno por su obsesión y el otro por su fragilidad.

Capítulo 126: La boya de salvamento

El Pequod avanzaba hacia aguas ecuatoriales cuando, en la oscuridad previa al amanecer, la tripulación escuchó unos gemidos desgarradores que parecían humanos. Algunos creyeron que eran sirenas o las almas de ahogados, pero Ahab, al enterarse, los atribuyó a focas que seguían al barco. Sin embargo, la superstición de los marineros se intensificó cuando, al amanecer, un marinero cayó desde el mástil y se ahogó. Aunque lanzaron la boya de salvamento, no pudo salvarlo, y el barrilete terminó hundiéndose con él.

Para reemplazar la boya perdida, Queequeg sugirió usar su ataúd, que había sido construido previamente cuando creyó que moriría. Starbuck, aunque perturbado por la idea, aceptó la solución. El carpintero, molesto por tener que convertir un ataúd en un salvavidas, protestó pero finalmente lo adaptó, asegurándolo con cuerdas para que pudiera servir en caso de emergencia. La tripulación, aunque inquieta, siguió adelante, mientras el ataúd-boya quedó colgado en la popa del barco, un macabro recordatorio de la mortalidad en medio de su obsesiva cacería.

Capítulo 127: En cubierta

El ataúd de Queequeg, ahora convertido en boya de salvamento, yace sobre barriletes mientras el carpintero calafatea sus juntas. Ahab aparece y observa la escena con ironía, bromeando sobre cómo el carpintero parece capaz de fabricar cualquier cosa, desde piernas hasta ataúdes y ahora salvavidas. El carpintero, sin inmutarse, sigue trabajando, haciendo notar que su martillo produce un ritmo musical. Ahab reflexiona en voz alta sobre lo absurdo de que un símbolo de muerte (el ataúd) se transforme en uno de esperanza (la boya), pero su pensamiento se vuelve oscuro, cuestionando si hay algo verdaderamente real más allá de los pensamientos.

Molesto por el ruido del martilleo, Ahab decide retirarse, llevándose consigo a Pip, el joven grumete al que ha tomado bajo su protección. Le dice a Pip que en él encuentra una sabiduría extraña, como si canales ocultos del universo fluyeran a través del muchacho. Mientras tanto, el carpintero sigue trabajando, resignado a su tarea, aunque incómodo con la macabra transformación del ataúd en un objeto que podría salvar vidas en lugar de albergar un cadáver.

Capítulo 128: El Pequod encuentra al Raquel

El Pequod avista al barco Raquel, que se acerca con sus velas abatidas, la tripulación del Pequod sospecha que trae malas noticias. Su capitán, Gardiner, sube a bordo y revela que el día anterior vio a Moby Dick y que una de sus lanchas desapareció tras perseguirla. Entre los desaparecidos está su hijo de doce años. Con desesperación, le pide a Ahab que lo ayude a buscar la lancha durante cuarenta y ocho horas, ofreciéndole pago.

Ahab, frío e inflexible, se niega, a pesar de las súplicas del angustiado padre. Aunque Stubb y otros sienten compasión, Ahab ordena alejarse del Raquel y continuar su propia búsqueda de la ballena blanca. El Raquel sigue buscando en vano, zigzagueando por el mar como una madre desesperada, mientras el Pequod sigue su rumbo, indiferente al dolor ajeno.

Capítulo 129: La cabina

Ahab le dice a Pip que ya no puede seguir acompañándolo, pues siente que la inocencia del muchacho podría debilitar su determinación en la caza de Moby Dick. Le ordena quedarse en la cabina, ocupando incluso su propia butaca, pero Pip, desesperado, le suplica que lo deje permanecer a su lado, ofreciéndose como su pierna perdida. Ahab, conmovido por su lealtad pero firme en su decisión, lo rechaza con dureza, advirtiéndole que su propia locura lo hace peligroso.

Pip, abandonado en la cabina, habla consigo mismo, imaginando que ocupa el lugar de un gran almirante mientras escucha los pasos de Ahab en cubierta. Entre la confusión y la tristeza, promete quedarse allí, incluso si el barco naufraga, esperando siempre el regreso de su amo. La escena muestra la soledad de Pip y la obsesión de Ahab, que prioriza su venganza sobre cualquier conexión humana.

Capítulo 130: El sombrero

El Pequod se adentra en las aguas donde Ahab espera encontrar a Moby Dick, cerca del lugar donde perdió su pierna. La obsesión del capitán es ahora tan intensa que su sola presencia silencia cualquier murmullo de duda entre la tripulación. Todos, incluidos Stubb y Starbuck, se mueven como autómatas bajo su mirada despótica. Fedallah, el misterioso arponero persa, lo sigue como una sombra, pero apenas interactúan, unidos por un vínculo invisible pero inquietante.

Determinado a ser el primero en avistar a la ballena, Ahab ordena que lo eleven en un cesto hasta lo alto del mástil. Desde allí, escudriña el horizonte con ferocidad. Sin embargo, un halcón marino roba su sombrero en pleno vuelo, un augurio siniestro que la tripulación interpreta como mala señal. El pájaro desaparece en la distancia, llevándose el sombrero, mientras Ahab permanece impasible, su voluntad inquebrantable incluso ante este presagio de desgracia.

Capítulo 131: El Pequod encuentra al Deleite

El Pequod se encuentra con el ballenero Deleite, cuya cubierta muestra los restos destrozados de una lancha atacada por Moby Dick. Su capitán, demacrado, revela que perdieron cinco hombres y están enterrando al último, advirtiendo a Ahab sobre la imposibilidad de matar a la ballena blanca. Ahab, desafiante, jura venganza blandiendo su arpón, pero al alejarse, el Deleite señala irónicamente el ataúd-boya del Pequod, sugiriendo que ellos también llevan su propia muerte a cuestas.

Capítulo 132: La sinfonía

En un día tranquilo y azul, el mar y el cielo parecían fundirse en un mismo color. El aire era suave y delicado, mientras el mar se movía con fuerza, como si respirara. Ahab, el capitán del barco, miraba fijamente el horizonte, recordando su vida pasada. Pensaba en los cuarenta años que había dedicado a cazar ballenas, lejos de su hogar y su familia, sintiéndose viejo y cansado. Por un momento, el aire cálido y el cielo sereno lo hicieron sentir paz, incluso derramó una lágrima al mar.

Starbuck, su primer oficial, lo vio y le sugirió abandonar la caza de Moby Dick y regresar a casa. Le habló de sus propias familias y de la vida tranquila que podrían tener. Ahab, aunque conmovido, no pudo dejar de sentir que algo más poderoso que él lo obligaba a seguir. Miró al mar y vio a Fedallah, su misterioso compañero, observándolo en silencio, como recordándole su obsesión. Finalmente, Ahab rechazó la idea de rendirse, decidido a continuar su búsqueda.

Capítulo 133: La caza. Primer día

Una noche, el viejo Ahab olfateó el aire y detectó el olor de un cachalote. Pronto, la tripulación del Pequod confirmó su presencia. Al amanecer, vieron una mancha de agua tranquila y aceitosa en el mar, señal de que una ballena estaba cerca. Los vigías subieron a las cofas y, tras un momento de tensión, Tashtego avistó a Moby Dick: una enorme joroba blanca emergiendo del agua. Ahab, emocionado, reclamó el avistamiento como propio y ordenó preparar las lanchas para la caza.

Las lanchas se lanzaron al agua, con Ahab al frente. Moby Dick, tranquila y majestuosa, nadaba con elegancia, rodeada de aves marinas. Sin embargo, cuando las lanchas se acercaron, la ballena mostró su poder. De repente, giró y mordió la lancha de Ahab, partiéndola en dos con sus mandíbulas. Los tripulantes cayeron al agua, y Ahab, casi ahogado, quedó a merced del animal mientras este nadaba en círculos amenazantes.

El Pequod intervino, alejando a Moby Dick y rescatando a los náufragos. Ahab, exhausto y furioso, fue sacado del agua. Aunque debilitado, pronto recuperó su determinación y ordenó reanudar la persecución. Las lanchas supervivientes volvieron al barco, y el Pequod siguió a la ballena a toda vela. Ahab pasó el día alternando entre vigilar desde las alturas y caminar inquieto por la cubierta, obsesionado con no perderla de vista.

Al anochecer, la visibilidad disminuyó, pero Ahab se negó a bajar a los vigías. Prometió el doblón de oro a quien avistara a Moby Dick al día siguiente, jurando que la caza continuaría hasta el final. Pasó la noche en cubierta, observando el mar oscuro, decidido a enfrentar a la ballena blanca otra vez al amanecer.

Capítulo 134: La caza. Segundo día

Al amanecer, los vigías no lograron avistar a Moby Dick. Ahab, impaciente, ordenó desplegar más velas, confiando en su experiencia para predecir el rumbo de la ballena. Pronto, un grito anunció su aparición: la ballena blanca saltó fuera del agua en un espectáculo imponente, lanzando una enorme cortina de espuma. Ahab, lleno de furia, ordenó bajar las lanchas de inmediato.

Moby Dick, en vez de huir, se lanzó contra las embarcaciones. Con movimientos rápidos y violentos, enredó los cables de las lanchas con su cola, arrastrando a las de Stubb y Flask hacia sí y destrozándolas. Los marineros cayeron al agua, luchando contra los tiburones y los restos flotantes. Mientras tanto, la lancha de Ahab fue embestida y lanzada al aire, cayendo de quilla arriba (la dio vuelta). La tripulación logró salir a flote, pero Ahab quedó malherido: su pierna de marfil había sido arrancada, dejando solo un muñón afilado.

El Pequod rescató a los náufragos, pero al hacer el recuento, descubrieron que Fedallah, el misterioso arponero, había desaparecido. Stubb sugirió que había quedado enredado en los cables y arrastrado al fondo. Ahab, perturbado por la pérdida, ignoró las súplicas de Starbuck para abandonar la caza. En un arrebato de determinación, juró que Moby Dick moriría al día siguiente, pues según él, los agüeros indicaban que la ballena saldría una tercera y última vez.

Mientras la noche caía, los hombres trabajaron afanosamente reparando las lanchas y afilando nuevas armas. Ahab, con una pierna provisional hecha de los restos de su bote destrozado, permaneció en cubierta, mirando hacia el horizonte, esperando con ansia el amanecer para enfrentar de nuevo a la ballena blanca.

Capítulo 135: La caza. Tercer día

Al amanecer del tercer día, los vigías subieron a las cofas, pero Moby Dick no se veía. Ahab, impaciente, ordenó seguir la estela de la ballena. Mientras la lancha avanzaba, tiburones comenzaron a morder los remos, pero Ahab los ignoró, concentrado en su objetivo. Pronto, la ballena fue avistada: emergió con violencia, arrastrando consigo el cadáver de Fedallah, enredado en los cables. Ahab, al verlo, recordó la profecía del Parsi, pero no se detuvo.

La ballena embistió el barco, golpeando la proa con su frente blanca. El Pequod comenzó a hundirse. Mientras Tashtego intentaba clavar una última bandera en el mástil que desaparecía bajo las olas. Luego se hundió el barco. Ahab, en su lancha, lanzó su arpón final contra Moby Dick, pero la cuerda se enredó en su cuello y lo arrastró al mar.

Las aguas se cerraron sobre el Pequod, Ahab y la ballena. Solo quedó la bandera ondeando un instante antes de ser engullida por el océano. El mar, como un gran sudario, volvió a su eterno balanceo, como si nada hubiera pasado.

FIN

Epílogo

Ismael cuenta que fue el único sobreviviente del naufragio del barco Pequod. Después de la muerte del Parsi, tomó el lugar de remero en el bote del capitán Ahab. Cuando el bote se volcó en la última persecución de la ballena, Ismael cayó al agua y quedó flotando. La corriente lo llevó hacia donde se hundió el barco, pero justo cuando parecía que también se hundiría, el ataúd que antes había sido preparado como salvavidas salió a la superficie y lo mantuvo a flote. Así sobrevivió casi dos días en el mar, hasta que fue rescatado por un barco llamado Raquel.

Datos varios

  • Novela narrada en primera persona, esto indica una visión limitada de lo que él ve solamente. 
  • Al ser en primera persona implica que es subjetivo. El narrador puede decidir contar algo o no.
  • Al ser en primera persona, genera un nivel de empatía más alto.
  • El motivo del libro es la venganza del capitán Ahab contra Moby Dick.
  • El protagonista no es Ismael, es Ahab. Ismael es el narrador solamente.
  • El libro tiene muchos toques de humor, que refrescan la lectura.
  • Libro te transporta a como se vivía a mediados del siglo XIX.
  • Recomendado leer la versión íntegra, nada del libro resumido.
  • Tiene mucha información técnica de la caza de ballenas e incluso científica, tipo enciclopedia. Para muchos esto puede ser "denso".
  • Hay muchas referencias bíblicas en la novela.
  • La superstición juega un papel muy importante en la historia.
  • Ismael es posible que no sea el nombre real del narrador, al inicio el narrador dice "Llamadme Ismael".
  • En Youtube hay varios audiolibros, si es que vas manejando, es una buena opción. Lo mismo, hay muchos análisis que puedes ver cuando ya la termines de leer o escuchar.